Hace muchos años, hacia el final de la guerra de Bosnia-Herzegovina y en unas charlas en el ámbito académico sobre la “Aplicación de la Ciencia de Sistemas en la Guerra de Bosnia” auspiciado por la Universidad de Valencia, recuerdo a un especialista en aquel conflicto que pronunció unas palabras que me quedaron grabadas: “Debemos entender que hay conflictos humanos que son inevitables y a veces la guerra es la única salida para resolverlos: no podemos resolver las guerras despachándolas como un acto irracional que debemos evitar a toda costa. Si eso hacemos seguiremos sin comprender su génesis multifactorial y su resolución (óptima, racional y multifactorial)”.
Ciertamente, la guerra, en tanto acto humano execrable tiene su aspecto irracional, pero si rascamos un poco más en la superficie podemos llegar a comprender que existen aspectos racionales en la toma de decisiones políticas y militares que dan como resultado el movimiento de tropas, las estrategias ofensivas y defensivas de cada bando, las alianzas con terceros, etc.
De todo esto y más me he referido en varias ocasiones en las múltiples aplicaciones de la “Teoría de Juegos” en este Blog y en artículos anteriores que, a pesar de su nombre, no tiene que ver con los juegos de azar o de entretenimiento, sino con las interacciones entre las personas que están implicadas en situaciones generalmente no cooperativas, esto es, de confrontación de pareceres, luchas y decisiones. Y como la guerra tiene un aspecto racional, la “Teoría de Juegos” en tanto que medio para analizar la racionalidad de las situaciones conflictivas, es una herramienta eficaz para comprender las interacciones y anticipar su posible evolución.
El juego Rusia-Ucrania en forma estratégica
En la “Teoría de Juegos”, la forma estratégica (o forma normal) es una forma de describir un juego usando una matriz. El juego se define exhibiendo en cada lado de la matriz los diferentes jugadores, cada estrategia o elección que pueden hacer, y conjuntos de pagos (o valores) que recibirán cada uno para una estrategia determinada. En este caso los valores que he elegido son en forma de ordenación de mayor a menor, de acuerdo con las interacciones entre las decisiones del adversario (Si A decide N) y las respuestas del contrario (Entonces B responderá P). Evidentemente los valores son subjetivos en función de lo que he podido leer del conflicto, de su génesis y su posible evolución.
Veamos el caso de la matriz de pagos desde el punto de vista de Ucrania:
El razonamiento subyacente para la ordenación de estrategias de Ucrania es el siguiente (me pongo en la situación de Ucrania):
Si Rusia me amenaza con la guerra, yo responderé con la guerra (valor 3). Si Rusia me ofrece un pacto, en tanto que ya me ha invadido, no me fiaré si no muestra algo creíble como una retirada y responderé con la continuación de la guerra (Ucrania también puede interpretar ese ofrecimiento ruso como señal de debilidad y por tanto responder con la guerra con más motivo) (valor 2); si Rusia me ofrece un pacto sincero y yo también quiero un pacto sincero, entonces puede haber pacto (valor 1); por último, si Rusia sigue con la guerra, no voy a ofrecerle mi rendición ofreciéndole un pacto (valor 0).
Veamos el caso de la matriz de pagos desde el punto de vista de Rusia:
El razonamiento subyacente para la ordenación de estrategias de Rusia es el siguiente (me pongo en la situación de Rusia):
Si Ucrania sigue con la guerra (apoyándose directa o indirectamente en la OTAN) yo seguiré con la guerra (valor 3). Si Ucrania me ofrece un pacto, que creo sincero y puedo interpretar como que he ganado no solo a Ucrania sino también a la OTAN, entonces responderé con un pacto (Rusia también puede interpretar ese ofrecimiento ucranio como señal de debilidad y por tanto responder con un pacto para no alargar mi propia sangría) (valor 2); si Ucrania me ofrece un pacto pero no lo considero sincero del todo en tanto que la OTAN no está a favor de ese pacto, entonces significa que debo seguir con la guerra (valor 1); por último, si Ucrania sigue con la guerra, no voy a ofrecerle mi rendición ofreciéndole un pacto (valor 0).
Y ahora veamos la matriz de pagos conjunta:
¿Qué tenemos aquí?
Por de pronto una estrategia dominante por cada lado: si sumamos los valores verticales (Rusia) y horizontales (Ucrania) observaremos que independientemente de lo que haga el otro, la guerra es la estrategia dominante en ambos. A su vez, también existen dos estrategias dominadas: aquellas en el que cada lado obtiene un valor cero mientras que el otro obtiene algún valor. Por tanto son estrategias que racionalmente cada lado va a rechazar. Teniendo estas consideraciones, volvamos a pintar la matriz de pagos marcando como imposibles o no deseadas las estrategias dominadas:
¿Qué tenemos aquí?
Efectivamente, aquí tenemos de nuevo nuestro querido Equilibrio de Nash: «Si hay un conjunto de estrategias con la propiedad de que ningún jugador puede beneficiarse cambiando su estrategia mientras que los otros jugadores no alteren la suya, entonces ese conjunto de estrategias y sus beneficios correspondientes constituyen un equilibrio». John Forbes Nash. Non-cooperative games (1950). La noción de equilibrio en la “Teoría de Juegos” implica estabilidad, es decir, sabiendo lo que le adversario está haciendo, la estrategia del contrario (o contrarios) el Equilibrio de Nash es la mejor posible y a su vez el adversario razonará del mismo modo y así ad infinitum. Claro está que en este caso también habría otro equilibrio posible, en el cuadro inferior derecho, pero hoy por hoy de menor valor estratégico para ambas partes, pero para ello, como he argumentado anteriormente, es necesario un reconocimiento de sinceridad en la oferta y acogida del pacto, de lo contrario, los tambores de guerra seguirán: como ven, todo muy racional: sí, como afirmo en el título, la guerra es el equilibrio en este caso.
¿Y ya está? ¿La “Teoría de Juegos” no puede aportar alguna solución a esta guerra?
Tal como están las cosas en este guerra, no hay posibilidad de que Rusia o Ucrania, por sí solos, puedan amenazar con ninguna alteración de su estrategia. Es decir, el “Juego de amenazas” no sirve ya. Podría haber sido utilizado al principio, como por ejemplo amenazar con invadir Ucrania si no hay una declaración formal de no adhesión a la OTAN. Ese tiempo ya pasó. En todo caso se puede amenazar con el “Juego de ir a peor”, por ejemplo con el uso de armamento no convencional, sea de largo alcance por parte de Ucrania (armamento facilitado por la OTAN), sea táctico-nuclear por parte de Rusia.
Si descartamos este escenario por no creíble (aunque posible), nos quedarían dos posibilidades más realistas en el ámbito de la “Teoría de Juegos”, a saber: (1) agotar el actual Equilibrio de Nash con una larga guerra que terminaría cuando uno de los dos bandos se diera por vencido pero sin publicidad, no tanto por perder una batalla crucial, que no es el caso en esta guerra de posiciones, más propia de guerra de guerrillas urbanas. En este supuesto se podría dar un equilibrio estable siempre y cuando el que se diera por vencido ocultase su condición ante el adversario, que no debería ostentar una victoria mediática para no humillar al vencido. Es decir, debería existir una diplomacia oculta o clandestina trabajando en este escenario para llegar a un cese del alto el fuego sin vencedores ni vencidos, pero con un acuerdo duradero. Este detalle de la no humillación es importante porque de no lograrse, la guerra puede continuar meses o años.
La otra posibilidad caería en el ámbito de los llamados (2) “Juegos repetidos”, esto es, que la guerra terminase provisionalmente, incluso con un alto el fuego formal auspiciado por la ONU y con todas las garantías de verificación, pero no sería más que una ilusión momentánea en espera de un rearme de las fuerzas y una redefinición de las estrategias en espera del siguiente turno del juego, mediante un nuevo juego que podría tener su plasmación, no necesariamente en una continuación de la guerra tal como la conocemos hasta ahora, sino una continuación de la confrontación mediante otros medios, tal vez menos sangrientos pero no por ello menos agresivos.
Y sí, no soy optimista en el resultado final de esta guerra: no creo que nadie descarrile con decisiones irracionales, pero tampoco creo que se den las condiciones globales, geopolíticas, geoestratégicas y geoeconómicas para una solución (óptima, racional y multifactorial) estable. La suerte está echada.
Para saber más: Pensar estratégicamente (1993). El arte de la estrategia (2010). Avinash K. Dixit y Barry J. Nalebuff. Antoni Bosch Editores. Teoría de Juegos (1993). Ken Binmore. McGraw-Hill. Teoría de Juegos. Una breve introducción (2007). Ken Binmore. Alianza Editorial. Un primer curso de Teoría de Juegos (2003). Robert Gibbons. Antoni Bosch Editores. Economía y Juegos (2000). Fernando Vega Redondo. Antoni Bosch Editores. La Teoría de Juegos (2012). Robert Aumann. Ediciones Sígueme. El Arte de la Manipulación Política (1990). Josep M. Colomer. Editorial Anagrama.
Equilibrio de Nash y Pensamiento Sistémico
Ciertamente, la guerra, en tanto acto humano execrable tiene su aspecto irracional, pero si rascamos un poco más en la superficie podemos llegar a comprender que existen aspectos racionales en la toma de decisiones políticas y militares que dan como resultado el movimiento de tropas, las estrategias ofensivas y defensivas de cada bando, las alianzas con terceros, etc.
De todo esto y más me he referido en varias ocasiones en las múltiples aplicaciones de la “Teoría de Juegos” en este Blog y en artículos anteriores que, a pesar de su nombre, no tiene que ver con los juegos de azar o de entretenimiento, sino con las interacciones entre las personas que están implicadas en situaciones generalmente no cooperativas, esto es, de confrontación de pareceres, luchas y decisiones. Y como la guerra tiene un aspecto racional, la “Teoría de Juegos” en tanto que medio para analizar la racionalidad de las situaciones conflictivas, es una herramienta eficaz para comprender las interacciones y anticipar su posible evolución.
El juego Rusia-Ucrania en forma estratégica
En la “Teoría de Juegos”, la forma estratégica (o forma normal) es una forma de describir un juego usando una matriz. El juego se define exhibiendo en cada lado de la matriz los diferentes jugadores, cada estrategia o elección que pueden hacer, y conjuntos de pagos (o valores) que recibirán cada uno para una estrategia determinada. En este caso los valores que he elegido son en forma de ordenación de mayor a menor, de acuerdo con las interacciones entre las decisiones del adversario (Si A decide N) y las respuestas del contrario (Entonces B responderá P). Evidentemente los valores son subjetivos en función de lo que he podido leer del conflicto, de su génesis y su posible evolución.
Veamos el caso de la matriz de pagos desde el punto de vista de Ucrania:
El razonamiento subyacente para la ordenación de estrategias de Ucrania es el siguiente (me pongo en la situación de Ucrania):
Si Rusia me amenaza con la guerra, yo responderé con la guerra (valor 3). Si Rusia me ofrece un pacto, en tanto que ya me ha invadido, no me fiaré si no muestra algo creíble como una retirada y responderé con la continuación de la guerra (Ucrania también puede interpretar ese ofrecimiento ruso como señal de debilidad y por tanto responder con la guerra con más motivo) (valor 2); si Rusia me ofrece un pacto sincero y yo también quiero un pacto sincero, entonces puede haber pacto (valor 1); por último, si Rusia sigue con la guerra, no voy a ofrecerle mi rendición ofreciéndole un pacto (valor 0).
Veamos el caso de la matriz de pagos desde el punto de vista de Rusia:
El razonamiento subyacente para la ordenación de estrategias de Rusia es el siguiente (me pongo en la situación de Rusia):
Si Ucrania sigue con la guerra (apoyándose directa o indirectamente en la OTAN) yo seguiré con la guerra (valor 3). Si Ucrania me ofrece un pacto, que creo sincero y puedo interpretar como que he ganado no solo a Ucrania sino también a la OTAN, entonces responderé con un pacto (Rusia también puede interpretar ese ofrecimiento ucranio como señal de debilidad y por tanto responder con un pacto para no alargar mi propia sangría) (valor 2); si Ucrania me ofrece un pacto pero no lo considero sincero del todo en tanto que la OTAN no está a favor de ese pacto, entonces significa que debo seguir con la guerra (valor 1); por último, si Ucrania sigue con la guerra, no voy a ofrecerle mi rendición ofreciéndole un pacto (valor 0).
Y ahora veamos la matriz de pagos conjunta:
¿Qué tenemos aquí?
Por de pronto una estrategia dominante por cada lado: si sumamos los valores verticales (Rusia) y horizontales (Ucrania) observaremos que independientemente de lo que haga el otro, la guerra es la estrategia dominante en ambos. A su vez, también existen dos estrategias dominadas: aquellas en el que cada lado obtiene un valor cero mientras que el otro obtiene algún valor. Por tanto son estrategias que racionalmente cada lado va a rechazar. Teniendo estas consideraciones, volvamos a pintar la matriz de pagos marcando como imposibles o no deseadas las estrategias dominadas:
¿Qué tenemos aquí?
Efectivamente, aquí tenemos de nuevo nuestro querido Equilibrio de Nash: «Si hay un conjunto de estrategias con la propiedad de que ningún jugador puede beneficiarse cambiando su estrategia mientras que los otros jugadores no alteren la suya, entonces ese conjunto de estrategias y sus beneficios correspondientes constituyen un equilibrio». John Forbes Nash. Non-cooperative games (1950). La noción de equilibrio en la “Teoría de Juegos” implica estabilidad, es decir, sabiendo lo que le adversario está haciendo, la estrategia del contrario (o contrarios) el Equilibrio de Nash es la mejor posible y a su vez el adversario razonará del mismo modo y así ad infinitum. Claro está que en este caso también habría otro equilibrio posible, en el cuadro inferior derecho, pero hoy por hoy de menor valor estratégico para ambas partes, pero para ello, como he argumentado anteriormente, es necesario un reconocimiento de sinceridad en la oferta y acogida del pacto, de lo contrario, los tambores de guerra seguirán: como ven, todo muy racional: sí, como afirmo en el título, la guerra es el equilibrio en este caso.
¿Y ya está? ¿La “Teoría de Juegos” no puede aportar alguna solución a esta guerra?
Tal como están las cosas en este guerra, no hay posibilidad de que Rusia o Ucrania, por sí solos, puedan amenazar con ninguna alteración de su estrategia. Es decir, el “Juego de amenazas” no sirve ya. Podría haber sido utilizado al principio, como por ejemplo amenazar con invadir Ucrania si no hay una declaración formal de no adhesión a la OTAN. Ese tiempo ya pasó. En todo caso se puede amenazar con el “Juego de ir a peor”, por ejemplo con el uso de armamento no convencional, sea de largo alcance por parte de Ucrania (armamento facilitado por la OTAN), sea táctico-nuclear por parte de Rusia.
Si descartamos este escenario por no creíble (aunque posible), nos quedarían dos posibilidades más realistas en el ámbito de la “Teoría de Juegos”, a saber: (1) agotar el actual Equilibrio de Nash con una larga guerra que terminaría cuando uno de los dos bandos se diera por vencido pero sin publicidad, no tanto por perder una batalla crucial, que no es el caso en esta guerra de posiciones, más propia de guerra de guerrillas urbanas. En este supuesto se podría dar un equilibrio estable siempre y cuando el que se diera por vencido ocultase su condición ante el adversario, que no debería ostentar una victoria mediática para no humillar al vencido. Es decir, debería existir una diplomacia oculta o clandestina trabajando en este escenario para llegar a un cese del alto el fuego sin vencedores ni vencidos, pero con un acuerdo duradero. Este detalle de la no humillación es importante porque de no lograrse, la guerra puede continuar meses o años.
La otra posibilidad caería en el ámbito de los llamados (2) “Juegos repetidos”, esto es, que la guerra terminase provisionalmente, incluso con un alto el fuego formal auspiciado por la ONU y con todas las garantías de verificación, pero no sería más que una ilusión momentánea en espera de un rearme de las fuerzas y una redefinición de las estrategias en espera del siguiente turno del juego, mediante un nuevo juego que podría tener su plasmación, no necesariamente en una continuación de la guerra tal como la conocemos hasta ahora, sino una continuación de la confrontación mediante otros medios, tal vez menos sangrientos pero no por ello menos agresivos.
Y sí, no soy optimista en el resultado final de esta guerra: no creo que nadie descarrile con decisiones irracionales, pero tampoco creo que se den las condiciones globales, geopolíticas, geoestratégicas y geoeconómicas para una solución (óptima, racional y multifactorial) estable. La suerte está echada.
Para saber más: Pensar estratégicamente (1993). El arte de la estrategia (2010). Avinash K. Dixit y Barry J. Nalebuff. Antoni Bosch Editores. Teoría de Juegos (1993). Ken Binmore. McGraw-Hill. Teoría de Juegos. Una breve introducción (2007). Ken Binmore. Alianza Editorial. Un primer curso de Teoría de Juegos (2003). Robert Gibbons. Antoni Bosch Editores. Economía y Juegos (2000). Fernando Vega Redondo. Antoni Bosch Editores. La Teoría de Juegos (2012). Robert Aumann. Ediciones Sígueme. El Arte de la Manipulación Política (1990). Josep M. Colomer. Editorial Anagrama.
Equilibrio de Nash y Pensamiento Sistémico