27 de agosto de 2011

¡¡Necesitamos una nueva mente!!

A continuación reproduzco la entrevista que me hizo Ignacio Tomás (Arkesis) dentro del espacio de opinión Satélite Orbital de La Red Comarcal - Diario Online de La Hoya de Buñol-Chiva, Requena-Utiel, Valle de Ayora-Cofrentes y El Camp de Turia. Que la disfruten.

En Buñol hay mucho comunista ¿Les gustará la teoría de sistemas?...

Sí, si por comunista entendemos alguien que está familiarizado con la obra de Karl Marx. Desde mi punto de vista Marx fue un pensador sistémico, esto es, alguien que busca la estructura sistémica subyacente a los hechos. De algún modo fue un pionero de la teoría de sistemas en tanto en cuanto buscó isomorfismos, esto es, estructuras sistémicas semejantes, en su estudio de la evolución de los modos de producción y su impacto en la estructura social y en última instancia en la generación y justificación de la ideología dominante. Esencialmente, un pensador sistémico intenta ir más allá de las apariencias y busca isomorfismos que conduzcan a estructuras sistémicas generadoras de patrones de conducta que expliquen los hechos que observamos.

Ya, pero Marx está superado, ¿o no?...

Aunque Marx está superado en algunos aspectos, por ejemplo su idea de crecimiento comulgaba implícitamente con las hipótesis más arraigadas del siglo XIX de que no había límites físicos o medioambientales al crecimiento y hoy sabemos que esos límites existen. Sin embargo en estos tiempos que corren puede ser muy útil releer a Marx, pues ya anticipaba que el sistema económico que estudió profundamente, la génesis y desarrollo del Capitalismo, nuestro sistema, tiene el germen de su autodestrucción porque llegado un punto crítico no se puede seguir trasladando ingresos del trabajo al capital sin tener un exceso de capacidad y una falta de demanda agregada, algo que veía Marx como una transferencia de los salarios a las ganancias, algo que virtualmente se alcanzó en la crisis de 1990-1991, cuando se rompió la tendencia de recuperación del empleo tras una recesión.

Hasta entonces los modelos estadísticos predecían que tras una recesión, incluso con la conocida crisis del petróleo del año 1973, se producía una recuperación del crecimiento y tras dos-tres trimestres se volvía a recuperar el empleo perdido en la recesión, incluso creando empleo nuevo. Pues bien, desde principios de los 90’s esa tendencia se rompió y la recuperación del empleo es mucho más tardía, del orden de seis veces o más. Es decir, se podía hacer crecer la economía a golpe de incrementos de productividad y también de ingeniería financiera, apalancamiento, incentivos distorsionados, activos sobrevalorados, deuda y mucha “exuberancia irracional” sin crear empleo neto. Con las consecuencias que ya sabemos, claro, pues este crecimiento es ficticio y dura lo que dura (¿Por qué colapsan las pirámides financieras?).

O sea, ¿de aquellos polvos, estos lodos?...

Así es. Era la primera vez en la historia que esto sucedía: crecer sin crear empleo. En este punto, algo comenzó a resquebrajarse en el sistema. También comenzó a tambalearse el “pacto social” implícito y explícito entre trabajo y capital tras las terribles guerras mundiales.

Esto, que podría verse como una liberación humana, la liberación del trabajo productivo y en consecuencia el despliegue de fuerzas creativas del hombre y la mujer, tiene una consecuencia fatal para el propio sistema tal como está concebido: la generación de un desempleo estructural imposible de reducir desde los parámetros del propio sistema, pues el desempleo impacta directamente en el consumo provocando una reacción en cadena, una espiral autoalimentada: más desempleo -> menos consumo -> menos ventas -> menos ingresos fiscales -> más déficit -> más deuda y, en fin, menos crecimiento, más desempleo y vuelta a empezar. Es cierto que el sistema ha intentado todos los parches posibles para, sin tocar su principal contradicción (la bipolaridad trabajo-capital), romper la falta de crecimiento a golpe de intervenciones militares, crédito a mansalva y burbujas, primero las puntocom, después la subprime y la inmobiliaria, y ahora toca la burbuja de los países emergentes, que también acabará por explotar, y cuando lo haga...

¿Qué nos depara el futuro, sistémicamente hablando?...

Nos espera un futuro asimétrico, con una minoría de pudientes y una mayoría empobrecida. Un futuro donde el consumo de la minoría pudiente no va a compensar el reducido consumo de la mayoría empobrecida. Una asimetría en los sistemas productivos, con una sobrecapacidad en el lado de la producción y una insuficiente demanda por el lado del consumo. Un mundo asimétrico donde los poseedores de valiosas materias primas (las commodities o mercancías sin apenas valor añadido) o de la mano de obra barata (que, desgraciadamente no deja de ser otra mercancía dentro del sistema) necesitan que “otros”, que nos las tienen pero son “ricos” (o eran “ricos”) las consuman y “tiren del carro de la economía mundial” a un ritmo que ya no va a ser el de antes por la imposibilidad estructural que antes he comentado y porque eso que algunos han anunciado del desacoplamiento (decoupling) entre los países emergentes (los BRIC, o sea, Brasil, Rusia, India y China principalmente) y los países más desarrollados (USA, UE y Japón principalmente) no es creíble en la medida que existe una elevada interdependencia sistémica como ya expliqué en otro lugar (Lotka-Volterra: Interdependencia Sistémica). Estamos pues ante un punto de ruptura, una encrucijada histórica.

En consecuencia, nos espera un futuro de bajo o nulo crecimiento, cuando no decrecimiento. Un futuro de desacoplamiento cada vez mayor entre la economía financiera y la economía real. Un futuro lleno de deudas, públicas y privadas, que costará generaciones purgar, con el agravante del desempleo estructural, algo inédito en la historia del sistema, que siempre había “ido a más” y ahora le toca “ir a menos”, como acertadamente nos recuerda el economista y catedrático de Estructura Económica de la Universidad Ramón Llull, Santiago Niño Becerra en su reciente obra (El crash del 2010).

En este sentido el riesgo de autodestrucción del sistema es real, como afirma el afamado economista y profesor de la Universidad de Nueva York, Nouriel Roubini: “Los mercados no están funcionando. (Porque) lo que es individualmente racional es que cada empresa quiere sobrevivir y prosperar, y eso significa recortar costes laborales aún más, (pero) mis costes laborales son los ingresos laborales y el consumo de otros. Por eso es que es un proceso de autodestrucción”.

Una visión muy negativa, ¿no crees?...

Podría decir, “es lo que hay”. Me limito a constatar la realidad. No hay duda que también hay aspectos, digamos constructivos, por ejemplo la conciencia de interdependencia sistémica que está emergiendo en el mundo. Estas asimetrías que he comentado y otras que van a surgir, crean tensión social, es cierto, pero también agudizan la inteligencia humana para superar los problemas.

Estoy convencido que tras este sistema, emergerá otro sistema, no sabemos si por evolución o por revolución, del que todavía no sabemos muy bien cómo funcionará, aunque algunas cosas si podemos intuir, por ejemplo, que el nuevo sistema tratará de salvaguardar los avances científico-técnicos y el conocimiento más genuinamente humano. No creo que volvamos a cometer, como especie, la locura de incendiar el equivalente contemporáneo a la Biblioteca de Alejandría. También creo que el futuro sistema transcenderá la bipolaridad trabajo-capital. Lo que no sé es si será mejor o peor para el conjunto de la humanidad. Quiero pensar que mejor, pero…

Entonces el pensamiento sistémico sirve para interpretar la realidad pero no para transformarla, ¿es así?...

Podría parecerlo si hacemos foco en el acto de pensar como algo pasivo, exento de acción, pero el pensamiento sistémico sirve para ambas cosas: para interpretar la realidad, la realidad profunda tras los hechos y a partir de ese conocimiento preciso proponer los mejores “puntos de apalancamiento” donde con el mínimo esfuerzo, esto es, con la mayor efectividad, intervenir en un sistema para cambiarlo.

Para los sistémicos, los mejores “puntos de apalancamiento” se encuentran en los modelos mentales, los paradigmas que usamos los que estamos inmersos en un sistema. Como diría Albert Einstein: “No podemos solucionar los problemas con la misma mente que los ha creado”. Por eso deberíamos reivindicar: ¡¡Necesitamos una nueva mente!!.

En este sentido, la irrupción de Internet y las redes sociales, es un “punto de apalancamiento” crucial porque supone la creación fáctica de una red neural del planeta Tierra. Basta darse cuenta de los fenómenos acaecidos este mismo año 2011 en el norte de África o aquí mismo el movimiento 15-M para darse cuenta del impacto que tiene la comunicación interactiva, horizontal, de todos a todos, rompiendo así el paradigma imperante de la comunicación vertical, de uno a todos. Decididamente es tiempo de transparencia y de comunicar a los ciudadanos la verdad de lo que está pasando.

¿La teoría de juegos sirve para entender la crisis?...

Sí, por supuesto. Enlazo con esta afirmación de Roubini en una reciente entrevista al The Wall Street Journal: “Lo que es individualmente racional (reducir mis costes y gastos laborales) genera un círculo vicioso (una conocida estructura sistémica) donde las empresas no contratan porque no hay demanda final, pero si no contratan trabajadores no hay ingresos por trabajo, no hay confianza por parte de los consumidores, no hay suficiente consumo y al final no hay demanda final”. Al final el sistema entra en “parada técnica”. Para saber más sobre Círculos Viciosos y Virtuosos: Cuento sistémico de verano I y Cuento sistémico de verano II.

Es lo que estuvimos a punto de vivir en Septiembre de 2008, aunque desde Agosto de 2007 comenzaron los primeros síntomas (Una lectura sistémica de la crisis financiera), una verdadera crisis sistémica con epicentro en las famosas subprime y la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers que estuvo cerca de colapsar el sistema y que únicamente nos “salvó del abismo” el más de lo mismo (otra estructura sistémica), o sea, más deuda, desplazando la solución hacia el futuro (otra estructura sistémica), hacia nuestros hijos y nietos. Es decir, una vulgar “patada para adelante”, que también es una manera bastante explícita de confirmar que el sistema, tal como lo conocemos, está agotado. Y, lo que resulta más inquietante: al sistema apenas le queda margen de maniobra para rescatarse a sí mismo de otro exceso de riesgo sistémico como el que vivimos, cuando hubo que rescatar con dinero público a varias decenas de entidades “demasiado grandes para caer”, con el consiguiente “riesgo moral” que conlleva salvar a quien probablemente ha incurrido en un riesgo temerario abusando de su posición sistémica (Gallinas en Wall Street: riesgo sistémico vs. riesgo moral).

O como diría Roubini: “nos hemos quedado sin más conejos que sacar (de la chistera)”, entre otras cosas porque, hoy, las recetas al uso de estimular la economía con la expansión cuantitativa o manteniendo tipos de interés próximos a cero ya no generan empleo, como dicen los “viejos manuales”, por dos razones fundamentales: (a) el crédito no fluye como antes hacia la economía real porque la mayoría de entidades financieras están gripadas a causa de los excesos cometidos en las burbujas, intoxicadas con deuda soberana de dudoso cobro (recordemos que, aunque parezca lo contrario, en realidad no se rescata a los países deudores, sino a las entidades acreedoras) y “pasándose de frenada” (antes todo lo contrario) a la hora de conceder préstamos a empresas y particulares sobreapalancados, y (b) el crédito que logra fluir a la inversión productiva se destina a incrementar la productividad, la automatización o la deslocalización, no el empleo masivo, porque, hoy en día, como diría Niño Becerra, “hay una cantidad de factor trabajo que no es necesario”, es decir, hay factor trabajo que es irrecuperable aunque se liberalice al máximo la contratación laboral pues en adelante se contratará el factor trabajo conveniente para generar el PIB necesario en cada momento.

En último término es un problema irresoluble dentro de los límites del propio sistema, pues implica un conflicto entre los intereses a corto plazo (buscar el máximo beneficio) frente al largo plazo (ser sostenible evitando su autodestrucción), como acertadamente ha señalado el sociólogo Immanuel Wallerstein.

Buscando isomorfismos con la teoría de juegos este fenómeno se puede estudiar con el conocido “dilema del prisionero” y tiene muy mal arreglo si actuamos unilateralmente como demostró John Nash, el célebre matemático ganador de un premio Nobel de Economía del que se hace un retrato bastante preciso en la conocida película “Una mente maravillosa” (Equilibrio de Nash y Pensamiento Sistémico).

¿De qué va este dilema?...

El dilema del prisionero tiene la virtud de que es muy ilustrativo, fácil de entender y muy profundo del conocimiento de la naturaleza (debilidades) humanas. En este sentido es estructuralmente similar al conflicto nuclear del sistema: la bipolaridad trabajo-capital. Además, es uno de los problemas más y mejor estudiados en Matemáticas Aplicadas.

Imaginemos a dos presos preocupados porque no quieren ir al a cárcel. Han cometido un delito, pero no hay pruebas suficientes para condenarlos, así que la policía opta por interrogarlos por separado (como es habitual) y proponerles el siguiente trato:

- Si delatas a tu compañero (y tu compañero no lo hace), él cumplirá una pena de 10 años, y tú sales libre.

- Si tu compañero te delata (y tú no), serás tú el que cumpla los 10 años, y él saldrá libre.

- Si ambos os delatáis, seréis condenados a 6 años cada uno.

- Si ambos calláis, vuestra condena será de 6 meses para cada uno.

Puesto en una tabla, es más fácil de tener una visión de conjunto del dilema:


Como podemos ver, el resultado final depende de ambas elecciones, simultáneas, pues ninguno sabe qué decidirá el otro. Es entonces cuando entran conceptos como la confianza o la traición. Esta es también la esencia del problema de la interdependencia sistémica en la que nos encontramos en un mundo interconectado y post-global, donde todo está conectado con todo.

Si miramos a favor del grupo, del conjunto, la mejor opción es la de callar, y que el otro piense de la misma forma. De este modo “ganamos” la pena mínima, seis meses cada uno. Pero el problema es que no conocemos lo que el otro desea. Y si el otro es un delincuente…

Sí, como dice el refrán, “piensa el ladrón…”...

Exacto. Por ese motivo, lo más probable, dada la condición humana, es que no confiemos en el otro, ya que seguro que no quiere estar ni un mes en la cárcel. Y no queremos estar 10 años en la cárcel, ¿verdad?. Así que confesaremos que fue él. Pero él seguramente ha pensado lo mismo, con lo que nos vamos a la opción de cumplir ambos 6 años. Este es un “equilibrio de Nash” (un modo de decir que en ese punto hay una solución estable, aunque esto no significa que sea la más satisfactoria para el conjunto), ya que acabaremos en este punto, siempre.

Ahora bien, si bien es cierto que si “jugamos una sola vez” terminaremos así, cuando se juega repetidas veces, existe la posibilidad de otro “equilibrio de Nash” más prometedor: cooperar. Esto lo demostró hace tiempo un matemático llamado Anatol Rapoport que se planteó en los años sesenta la misma pregunta en un concurso de estrategias de resolución del “dilema del prisionero” con repetición.

Su estrategia resultó ganadora siendo sorprendentemente sencilla. La llamó “Tit-for-Tat”, algo así como “donde las dan, las toman”, similar al bíblico “ojo por ojo, diente por diente” y consiste en empezar cooperando y después imitar la última respuesta del adversario. Así de simple. Las cuatro características básicas de esta estrategia son: (a) amabilidad (nunca es la primera en iniciar hostilidades), (b) compasión (el rencor no le dura demasiado), (c) proporcionalidad (la respuesta debe ser proporcional a la provocación) y (d) capacidad de respuesta (no deja de contestar ninguna provocación).

Ya, pero se supone que el “ojo por ojo” nos mete en una espiral de violencia...

Es cierto. El “Tit-for-Tat” tiene un problema: es una estrategia demasiado provocable. Como sucede en el conflicto Palestino-Israelí desde hace décadas. Respondiendo a cada agresión con otra agresión de igual o mayor intensidad. ¿Qué sucede si ambos jugadores practican el “Tit-for-Tat” y uno de ellos tiene una percepción equivocada de la última jugada del otro?. Pues que ambos jugadores se meterán en un “callejón sin salida”. No habrá forma de decir “¡Basta!”. Por esto, ante la posibilidad de que haya errores de interpretación hay que tener cierta capacidad para perdonar, de ahí el “estratégico” consejo cristiano de “poner la otra mejilla”. Se necesita una estrategia que combine inteligentemente indulgencia y castigo: (a) indulgencia, cuando la falta de cooperación parezca una excepción, (b) castigo, cuando la falta de cooperación parezca la regla.

Que es justamente lo que les falta a Palestinos e Israelíes...

Correcto. Volviendo al problema de la crisis y la principal contradicción del sistema, nos encontramos con un “dilema del prisionero”: un consumo en caída libre, derivado básicamente por dos factores: desempleo estructural y bajos salarios (mileurismo y undermileurismo). En principio esto (reducción de costes laborales unitarios para ser más competitivos y exportar más) aumenta las ganancias del capital, a corto plazo. Sin embargo, a largo plazo, como estructuralmente el capital tiende a hacer lo mismo en todas partes, este “patrón de conducta” (mirar exclusivamente por su beneficio cortoplacista, como les sucede a los presos del dilema) perjudica al propio capital (si todos reducen sus costes y todos quieren exportar, ¿quién va a comprar?), pues la reducción de la demanda agregada termina afectando a los beneficios y disipando la acumulación del capital, al igual que nadie puede levantarse tirándose de los cordones de los zapatos.

Otro pensador, el célebre economista John Maynard Keynes se dio cuenta de este problema y sugirió que la demanda agregada fuera sostenida por el Estado con políticas fiscales e inversión pública, o sea, con deuda. Era una buena solución para el momento, tras la gran depresión y una horrible guerra mundial, cuando todo podía “ir a más”, las materias primas eran abundantes y baratas y no había esos “problemillas” de la deuda soberana, los “límites del crecimiento”, el probable “peak oil” (pico en la extracción de petróleo), el calentamiento global y la contaminación de la biosfera (La nave Tierra no tiene tubo de escape).

El problema es que hoy, con unos Estados, empresas y familias con su capacidad de endeudamiento agotada es insostenible hacer políticas keynesianas, incluido el “truco del almendruco” de generar inflación para reducir deuda más rápidamente y el “cambio de cromos” de generar déficit a cambio de algo de crecimiento. De ahí la crisis, también, en el seno de las ideas políticas de izquierda, en su mayoría de obediencia keynesiana y que le impiden ser algo más que el “taller de reparaciones del capitalismo” como perspicazmente alguien ha escrito. Tampoco desde el lado conservador se encuentran salidas eficaces que vayan más allá de sus conocidos mantras de reducir el tamaño del Estado, reducir los impuestos y la vuelta al déficit cero (aunque miren para otro lado cuando ese mismo Estado se endeuda para rescatar a las “entidades demasiado grandes para caer”) y sin siquiera entender la interdependencia sistémica entre deuda, déficit y crecimiento (La trampa de la deuda).

Definitivamente la situación es de una complejidad tal que supera a los “viejos manuales” de derecha o izquierda. Decididamente hay que repensar el sistema desde sus fundamentos, sabiendo que mientras tanto lo único que se puede hacer son cuidados paliativos, y siguiendo con el isomorfismo anterior, en un contexto post-global estas soluciones deben venir por el lado de la multilateralidad, no de la unilateralidad, es decir, de la cooperación y coordinación internacional para resolver una crisis que es sistémica, no coyuntural (Reflexiones para una crisis sistémica), aunque me temo que la clase política actual, siguiendo los “viejos manuales” no está preparada para entender lo que está pasando y mucho menos de gestionar la crisis a la velocidad a la que van a suceder los acontecimientos cuando se alcance el punto de ruptura en el que quedará patente que los poderes políticos y económicos ya no controlan nada. Será necesario un impulso dinámico para apartarse de los caminos trillados y proponer movimientos audaces hacia decisiones que regeneren la economía financiera y permitan posicionar a la economía real en el centro de la actividad política. El “nuevo manual” no existe, hay que crearlo partiendo de muy pocas certezas, porque las certezas del “viejo manual” ya no sirven. Hace falta por tanto un ejercicio de creatividad y anticipación fuera de lo común en nuestra clase política y económica, acostumbrada a la certidumbre de lo previsible, la repetición del pasado y a “prolongar la recta” en sus modelos, incapaces de entender fenómenos que escapan a esa anticuada lógica en un mundo, el presente, diferente al que reflejan sus modelos (El cisne negro de Nassim Nicholas Taleb). Decididamente hoy más que nunca es necesario un enfoque sistémico en la gobernanza global.

Quiero pensar que el sistema, que no es un ente ajeno, distante o anónimo sino la suma de muchas decisiones individuales que tejemos entre todos, todos los días, terminará por cambiar de juego cuando exista la conciencia colectiva suficiente (masa crítica) que alcance la comprensión de la imposibilidad de engañar a la Naturaleza (no se puede crecer indefinidamente en un planeta finito) y engañarnos a nosotros mismos con falsos valores (el dinero no puede ser la medida de todas las cosas). Decididamente otro mundo es posible, un mundo en el que, como decía Donella Meadows: “pese a existir límites al crecimiento en este planeta finito, no tiene por qué haber límites al desarrollo”.

Para terminar, unas preguntas rápidas. Te pido brevedad.
Y la salida a la crisis es...


No tengo recetas precocinadas, pero en la medida que todos los que estamos inmersos en el mismo sistema, por acción u omisión, tenemos algo que decir y qué hacer para cambiarlo, principalmente porque el tren está en marcha y decir “que pare el tren que yo me bajo” no es una opción. La inercia del sistema es muy grande, pero más grande es nuestra capacidad humana de cambiar cuando vemos el abismo de cerca (Para salir de la crisis).

¿El Universo es caótico?...

El universo es creativo. La teoría del caos nos enseña que los sistemas “en el borde del caos” se comportan de manera auto-organizada, esto es, que exhiben “patrones de conducta” que podríamos calificar de creativos, aún tratándose de sistemas no vivientes, en el sentido convencional del término: el planeta Tierra (teoría Gaia) o el sistema solar (teoría de Poincaré sobre el problema de los tres cuerpos).

¿Dios es matemático?...

Pienso que la idea de Dios es una construcción humana. En esto soy muy escéptico, en el sentido de un Richard Dawkins. Sin embargo no me atrevería decir lo mismo de la experiencia espiritual. El hecho de practicar Zen, aunque sin adscripción alguna, me abre otras perspectivas al fenómeno religioso. Sí, podría decir que la experiencia espiritual es matemáticamente hablando como el infinito, algo inconmensurable que no podemos encerrar en un concepto limitado, y la idea de Dios como el símbolo (lemniscata), es decir, algo acotado y manejable que lo representa. Hay una intuición muy profunda en la tradición del pueblo hebreo cuando al expresar la idea de Dios le pusieron el nombre YHWH, algo impronunciable e irrepresentable.

¿Quedan misterios por descubrir?...

Todos, aunque hay tres que me fascinan. El misterio de lo infinitamente grande, como el Universo donde habitamos. El misterio de lo infinitamente pequeño, como las partículas subatómicas y el enorme vacío existente. Y el misterio de la conciencia humana. Paradójicamente, cuanto más sabemos más ahondamos en la profundidad de nuestra ignorancia.

¿Hay vida más allá de las matemáticas?...

Por supuesto. La teoría de sistemas y el pensamiento sistémico nos enseñan a no despreciar ningún conocimiento humano por muy alejado que esté de nuestras limitadas preferencias. La idea de isomorfismo es clave para entender que cualquier conocimiento en una disciplina científica puede trasladarse y enriquecer e iluminar a otras áreas del saber. En este sentido me apasiona la Psicología, Neurociencias, Epistemología, Antropología, Arqueología, Economía, Ecología, Sociología, Polemología, Biología y Paleontología evolutivas, Astrofísica, Mecánica Cuántica incluso Teología, Sufismo o Budismo Zen. La idea de transdisciplinariedad late en el corazón mismo del pensamiento sistémico. Es su esencia.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un crash más grave que el provocado por el colapso de Lehman Brothers podría estar en camino

Market crash 'could hit within weeks', warn bankers

Ah, me ha gustado mucho el artículo. Sigue así.

Miguel

DeHoyNoPasa dijo...

Muy interesante, inquietante y revelador. Espero que el sistema todavía dé para un nuevo ciclo de bonanza, no estamos preparados para otra cosa. Confío en que el consumo de las grandes poblaciones emergentes (muchísimos ínfimos consumidores y muchísimos trabajadores con baja productividad) aporten combustible nuevo al sistema.

Jorge.