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10 de agosto de 2016

De investiduras, precipicios, rebeldes y gallinas

Vaya por delante que pienso que Rajoy (PP) y Sánchez (PSOE) son mayorcitos y saben perfectamente de qué va el juego que están practicando.

Desde la Teoría de Juegos, pienso que la mejor aproximación es el “juego de la gallina”, ya saben, “Rebelde sin causa” de Nicholas Ray con James Dean de protagonista: un precipicio, dos vehículos, dos pilotos... pierde el que frena antes, etc.

Aquí, el precipicio es obvio: las terceras elecciones, esas que nos dicen todos que sería lo peor de lo peor. Admitamos pulpo, de momento.

¿Y los otros jugadores?. Desde mi punto de vista, Ciudadanos, Unidos Podemos y otros son irrelevantes en este juego, porque solos o en compañía de otras combinaciones posibles, son aritméticamente irrelevantes. Eso sí, puntualmente estos partidos pueden utilizarse por los verdaderos jugadores para trasladarse mutuamente presión política y/o mensajes más o menos subliminales. Más adelante podrían cambiar su rol, pero en lo que concierne a este juego concreto de la investidura, el protagonismo está centrado en sólo estos dos jugadores: Rajoy (PP) con un objetivo claro de permanecer en el poder evitando otras elecciones; y Sánchez (PSOE), con un objetivo también claro de liderar el PSOE y la oposición al gobierno previa renuncia de Rajoy tras su probable fracaso en la investidura, una renuncia que Sánchez necesita como aval para aspirar a ambos liderazgos.

Rajoy sabe que si aguanta la presión del No de Sánchez y logra posicionar mediáticamente que la intransigencia del PSOE sea el culpable del fracaso colectivo por no evitar las terceras elecciones echándonos todos como país por el precipicio, y aquí muchos tertulianos se identifican con el gobierno en funciones sin interpretar perspicazmente el secular tacticismo del PSOE, dando alas así a una lectura emocional, de que la causa del bloqueo institucional que tenemos desde hace meses se debe a un desencuentro personal entre Rajoy y Sánchez, o una lectura conspiranóica: “Sánchez lo que quiere desde el principio es ser presidente con la ayuda de Podemos”, sin darse cuenta que Sánchez (PSOE) cuenta con el respaldo orgánico del partido, y tampoco quiere sentirse rehén del abrazo del oso que supondría su presunto pacto con Iglesias (Unidos Podemos) con un fracaso anunciado que daría con sus huesos en la dimisión como secretario general si acaso se le ocurriera presentarse una segunda vez como candidato y fracasar de nuevo en apenas seis meses con una nueva pareja de baile.

Por tanto, si la presión del PP triunfa, podría quebrar la posición del PSOE ante el riesgo del precipicio y en consecuencia que el PSOE frene antes y se abstenga, aunque esa decisión acarrease muy probablemente la dimisión de Sánchez como secretario general, convertido ya en el gallina de este juego, en el jugador quemado que no aguantó la presión política y mediática. Pero, además, dicha presión pro-abstención, si triunfa, crearía un problema de vacío de liderazgo en el PSOE amén de la obligación de construir un nuevo relato radicalmente diferente al “no es no” para justificar el cambio pro-abstención, un nuevo relato que sin duda tendrá un elevado coste político además de generar una grave fractura interna entre los partidarios del no y de la abstención: tres problemas complejos a los que se uniría un cuarto: dejar en manos de Unidos Podemos la oposición real al gobierno, por más que la oposición formal recayese en el PSOE, una posibilidad que desde el punto de vista bi-partidista, objetivamente no le conviene al PP, que antes prefiriría una oposición hegemónica representada por el PSOE que darle alas a una presunta unidad de la izquierda.

Mientras que, del otro lado, Sánchez sabe que si hace creíble su posición orgánica como partido (y la existencia de “versos sueltos” del PSOE diciendo cosas distintas, contrariamente a lo que se piensa, ayuda a hacerla más creíble) entonces podría quebrar... pero, ¿quebrar qué?... obviamente a Rajoy como candidato a la presidencia.

Si observamos atentamente y no como hacen los tertulianos, el “No es No” de Sánchez, en realidad es un No dirigido a Rajoy, no al PP, aunque formalmente se interprete contra el todo.

Es decir, nada muy diferente a lo que nos tiene acostumbrados el PSOE desde los tiempos del condicional “OTAN, de entrada no”, el calculado tacticismo del PSOE viene a significar que su posición es reversible a la abstención si el PP nombrarse a otro candidato. Ese “triunfo” (la cabeza de Rajoy) sería el relato que necesitaría Sánchez para, además de garantizar su reelección como secretario general del PSOE, vender internamente la abstención y cambiar su posición ante la investidura de otro candidato del PP.

Claro que, lógicamente y para que no parezca un chantaje o un modo impropio de inmiscuirse en las decisiones internas de otro partido, el PSOE (en este caso sin ya la ayuda mediática de PRISA, más posicionada alentando a los “versos sueltos”) necesita que el PP llegue a esa conclusión por sí mismo y consecuentemente sea el PP, orgánicamente o por vía presidencial, quien viendo la determinación del PSOE y antes de asomarse al precipicio de unas terceras elecciones, frene antes y dimita o haga dimitir a Rajoy y nombre a otro candidato para conseguir la abstención del PSOE, una dimisión que eso sí, podría hacerse con todos los honores para evitar aparecer como el gallina que no aguantó la presión y aparecer en cambio como el que nos salvó del precipicio de unas terceras elecciones.

Suceda lo que suceda, lo que sí me parece muy probable es que el final de este juego tiene pinta de saldarse con la dimisión de uno de los dos, de Rajoy o de Sánchez... pues este tipo de juegos, por su maximalismo, terminan por quemar política y personalmente a quien frena a destiempo, porque quedará visualizado como el gallina que tira la toalla, y encumbrado a quien logra salirse con la suya apoyado en su capacidad para resistir el estrés, mucho oportunismo táctico disfrazado de aparente intransigencia y, sobretodo, conciencia del miedo ajeno al precipicio... un precipicio de unas terceras elecciones que dicen que nadie quiere pero en realidad son el incentivo perverso para lograr el objetivo del que logre frenar el último...

Por último: ¿quién será el James Dean de esta historia?: mi pronóstico: el más joven de los dos, esto es, el que tenga menos que perder (o más que ganar) en términos de vida política futura.

Adenda Técnica

Para realizar la modelización se procede a ordenar las preferencias (de mayor a menor) de cada jugador a tenor de la información que se desprende o se infiere de acuerdo a la reflexión anterior y asignándole valores relativos [1]. Por el lado del PP, la ordenación podría ser la siguiente: la primera preferencia del PP es conseguir que, presentando a Rajoy como candidato, el PSOE opte por la abstención [2]. En segundo lugar y como “mal menor”, que, presentando a un candidato distinto a Rajoy, el PSOE optara por la abstención [3]. En tercer lugar, que presentando al candidato Rajoy el PSOE optara por el No (posición actual) y, por último, que, aún presentando otro candidato, el PSOE diera igualmente su No. Las dos últimas preferencias (sin presentación de candidato alternativo) son lógicamente las más temidas por ambos jugadores dado que significaría ir directamente al precipicio (terceras elecciones).

Por el lado del PSOE, la ordenación de preferencias sería en primer lugar anteponer su reiterado No al candidato Rajoy (posición actual). En segundo lugar, ofrecer una abstención a modo de voto de confianza a otro candidato del PP distinto a Rajoy. En tercer lugar, estaría la posibilidad de votar No a otro candidato del PP distinto a Rajoy (esto es poco probable, pero podría suceder en el supuesto el candidato propuesto no fuera del agrado del PSOE). Por último, obviamente, el improbable supuesto de que cambiaran las tornas y sorpresivamente el PSOE instara a un cambio hacia la abstención del candidato Rajoy. Y, al igual que en el caso anterior, las dos últimas preferencias (sin presentación de candidato alternativo) son las nefastas para ambos jugadores, por mucho que ambos dos se echaran mutuamente la culpa/responsabilidad por esa posibilidad.

Así pues, de acuerdo con lo que podrían ser las ordenaciones de las preferencias se puede formular el siguiente esquema:


Mientras que de acuerdo a las anteriores preferencias, la interacción entre los dos jugadores se refleja en la siguiente matriz:


Se puede observar que la situación actual es inestable (primera fila, juego de suma cero para ambos jugadores). Es decir, lo que significa un éxito para uno (PP o PSOE) es un fracaso para el otro (PSOE o PP) y viceversa, algo que se ejemplifica con las presiones para que el PSOE cambie de su posición actual (votar No a Rajoy) hacia la abstención (flecha azul) y la correspondiente intransigencia del PSOE a moverse de su No es no. No obstante, intuyo, esa presión actual en dirección al PSOE, se cambiará en dirección al PP una vez fracase probablemente la investidura de Rajoy, en el sentido de que el PSOE entonces presionará al PP para que presente un candidato alternativo [4] (flecha roja). Se observará que esa opción arroja un saldo no cero sobre el que construir un equilibrio en el juego, si bien es muy probable que esa situación la valore el PP como cierta pérdida (pierde a Rajoy, pero mantiene la presidencia del gobierno con otro candidato), mientras que el PSOE la considere como un triunfo de su táctica (un logro interno para afianzar a Sánchez en la secretaría general y un logro externo para liderar la oposición y así neutralizar a Unidos Podemos).


[1] Los valores relativos son un método de estimar cuantitativamente las preferencias de acuerdo a la información disponible. En este caso se estiman valores entre -10 y +10 para las combinaciones de preferencias más probables y -100 para las más improbables (terceras elecciones).

[2] Se dejan fuera otras opciones como que el PSOE vote sí (al PP u otro) o que exista un candidato no presentado por el PP. Es decir, en el modelo no se considera probable, de acuerdo a la reflexión anterior, la presentación de un candidato del PSOE o un candidato independiente.

[3] Esta opción es el “tapado” del juego actual. Y lo es porque tanto el PP como el PSOE aunque por razones distintas no se atreven a formularla explícitamente (si bien algunos miembros del PSOE la han dejado caer). Mi sensación es que tras el previsible fracaso de la investidura de Rajoy, tanto PP como PSOE se avendrán a esta opción como “mal menor” para evitar la caída por el precipicio (terceras elecciones).

[4] De acuerdo al artículo 99.5 de la Constitución Española de 1978: “Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso...” es evidente que nada impide al partido que ha ganado las elecciones (PP) presente otro candidato, una vez Rajoy, probablemente y salvo sorpresas abstencionistas de última hora, fracase en su investidura. Mi sensación es que dicho candidato, actualmente “tapado” y posiblemente “pactado” en el núcleo duro del PP, será alguien alejado del ruido de la corrupción, es decir, alguien más cercano a las labores de gobierno que de partido y probablemente sea una mujer. Mi pronóstico: Soraya Sáenz de Santamaría.


Para saber más: Gallinas en Wall Street: riesgo sistémico vs. riesgo moral

Ryanair vs. Fomento: The game must go on


12 de septiembre de 2012

Ryanair vs. Fomento: The game must go on

En los últimos días estamos asistiendo atónitos a un conflicto no por repetido menos sorprendente entre la compañía aérea irlandesa de bajo coste Ryanair y el Ministerio de Fomento del Gobierno español.

Un conflicto que en apariencia tiene como elementos clave por un lado una agresiva política de costes de Ryanair, una política que se traduce por ejemplo en llevar al límite de mínimos la normativa de seguridad en lo tocante al combustible (lo que acarrea situaciones de tensión en los aeropuertos al requerir Ryanair preferencia en los aterrizajes ante la escasez de combustible de sus aeronaves) y por otro el papel de supervisión y garante de la seguridad aérea por parte de Fomento. Se me antoja que este conflicto es claramente modelizable desde la Teoría de Juegos y a partir de su modelización se pueden extraer ideas interesantes y profundas sobre las posiciones y estrategias de cada parte, de cada jugador y sus mutuas interacciones que dan lugar a una curiosa interdependencia como luego veremos.

Para realizar la modelización primero voy a proceder a ordenar las preferencias (de mayor a menor) de cada jugador a tenor de la información que se desprende de los medios de comunicación. La ordenación podría ser la siguiente: la primera preferencia de Ryanair es anteponer la rentabilidad a la seguridad, y mejor si Fomento hace lo mismo (valor ordinal 4). En segundo lugar, seguiría estando la rentabilidad suponiendo que Fomento antepusiera la seguridad (posición actual, valor ordinal 3). En tercer lugar estaría la seguridad si Fomento le obligase a ello (valor ordinal 2). La última preferencia de Ryanair, obviamente, sería anteponer la seguridad si Fomento optase paradójicamente por la rentabilidad (valor ordinal 1), algo que lógicamente no se va a dar.

Por el lado de Fomento, la ordenación de preferencias sería en primer lugar anteponer la seguridad a la rentabilidad, y mejor si Ryanair hiciese lo mismo (valor ordinal 4). En segundo lugar, seguiría estando la seguridad suponiendo que Ryanair siguiese con su preferencia principal (valor ordinal 3). En tercer lugar estaría la rentabilidad si realmente estuviera en peligro la supervivencia de Ryanair (valor ordinal 2). Por último, obviamente, sería anteponer la rentabilidad si Ryanair optase paradójicamente por la seguridad (valor ordinal 1), algo que lógicamente tampoco se va a dar.

Así pues, de acuerdo con lo que podrían ser las ordenaciones de las preferencias se puede formular el siguiente esquema:



La interacción entre los dos jugadores se refleja en la siguiente matriz:



La estructura resultante es la de un juego conocido teóricamente como el Gallina (o el Cobarde), en el que ningún jugador tiene una estrategia dominante. Si cada uno actúa sin conocer la decisión del otro, basándose en un cálculo prudente sobre los diversos resultados posibles (es decir, con aversión al riesgo para evitar el mal mayor, interpretando riesgo en este caso como pérdida de rentabilidad para Ryanair y pérdida de control y/o reputación ante la opinión pública para Fomento), cabe encontrar un equilibrio inicial en la casilla superior derecha, cuyos valores ordinales son 3,3. En este caso, el equilibrio significa la situación actual, esto es, que Ryanair opta por la rentabilidad mientras que Fomento opta por la seguridad. En este juego hay tanto intereses comunes como intereses contrapuestos: es decir, los dos jugadores y al contrario que en el dilema del prisionero, prefieren un resultado de equilibrio a un resultado que no sea de equilibrio, pero discrepan sobre qué equilibrio es mejor.

Sin embargo este equilibrio es inestable, ya que una vez alcanzado cada jugador tiene la tentación de alterar su estrategia y trasladar el resultado a una casilla en la que obtenga un valor superior (de ahí el recurrente conflicto actual) llevando a su terreno al adversario: la casilla superior izquierda en el caso de Ryanair y la casilla inferior derecha en el de Fomento. Es decir, en el caso de Ryanair, una vez cumplidas las normas mínimas de seguridad, puede sentirse inclinado a forzar a Fomento a evitarle una pérdida de rentabilidad a causa de esas normas (en tanto en cuanto al llevarlas al mínimo se produce el mismo efecto pernicioso que cuando se “trabaja a reglamento”) por ejemplo incrementando las subvenciones u otros beneficios para compensar el énfasis en la seguridad por parte de Fomento (flecha A), mientras que Fomento puede pensar que puede forzar a Ryanair a elevar los mínimos de seguridad aún a costa de su rentabilidad, por ejemplo incrementando las sanciones ante cualquier falta por leve que sea (flecha B).

De hecho, cada jugador puede salir beneficiado si informa previamente de su estrategia. Si Ryanair anuncia que seguirá insistiendo en cumplir únicamente con los criterios mínimos de seguridad sin perjudicar su rentabilidad y que si se pone en riesgo la rentabilidad puede amenazar con marcharse (no totalmente pero sí de determinadas zonas o rutas menos rentables), puede provocar que Fomento se vea obligado a aceptar esta estrategia (recule) para evitar un resultado de ruptura con Ryanair y su desaparición de los aeropuertos de las autonomías con la que tiene acuerdos y subvenciones (tal vez sería necesaria la modelización con este tercer jugador, pero de momento no es necesario), de modo que se alcance un resultado de equilibrio estable (estable si logra doblegar a Fomento con esta amenaza, claro) en la casilla superior izquierda, cuyos valores son 4,2.

Igualmente, para aprovechar en su propio beneficio esta posibilidad del juego, Fomento debería revisar los criterios mínimos de seguridad (si es que tiene competencia para ello, lo que está por ver) o amenazar de manera creíble con incrementar sustancialmente las sanciones si es que no quiere perder la batalla de la opinión pública ante Ryanair, de modo que se alcance un resultado de equilibrio estable (estable si logra doblegar a Ryanair con esta amenaza, claro) en la casilla inferior derecha, cuyos valores son 2,4.

El decantamiento hacia uno u otro resultado de equilibrio va a depender del “baile de movimientos” (que puede acarrear negociación formal o no), basada por ejemplo en promesas, amenazas y mensajes más o menos subliminales entre los jugadores. Cuando el juego se repite más de una vez (y este juego no es nuevo, se va a repetir muchas veces) cabe la posibilidad de la alternancia, esto es, que a veces se pueda inclinar la balanza del lado de la rentabilidad y otras de la seguridad, como sucede en el modelo de juego conocido como “batalla de los sexos”. No obstante, dada la beligerancia y el talante de los jugadores, la estructura de este juego entre Ryanair y Fomento está más próxima al “juego del Gallina” pues la idea subyacente en este juego es la de enviar un claro mensaje al contrario de que se va a ir a por todas con tal de conseguir el resultado deseado si tras un primer desenlace no se alcanza el resultado preferido en la escala de preferencias de cada jugador.

Como he comentado en otra ocasión Gallinas en Wall Street: riesgo sistémico vs. riesgo moral en el Juego del Gallina existe más de un equilibrio de Nash, lo que significa que este juego es inestable, ya que una vez alcanzado un equilibrio cada jugador tiene la tentación de alterar su estrategia y moverse hacia una posición en la que obtenga un mejor resultado en función del movimiento del contrario. Esta propiedad hace que este juego que sea muy dinámico e interesante su estudio en el contexto de una negociación.

Desde la posición de Ryanair puede pensarse que su desafío a Fomento al llevar la seguridad al mínimo puede surgir efecto en su rentabilidad, sin embargo, observando el juego desde una perspectiva más amplia (en Teoría de Juegos todo juego tiene en realidad diferentes escalas de observación, amén de subjuegos dentro del juego), es posible interpretar que el campo de batalla real no se encuentra en el conflicto de Ryanair con Fomento sino en su posicionamiento como una compañía low cost que (ante la opinión pública) maltrata a los clientes, llevándolos al límite del stress con su política de seguridad mínima, coste mínimo y amabilidad mínima... esto es algo que puede terminar pasando factura a Ryanair (aunque bien es cierto que sus estrategas pueden pensar que lo que sus clientes valoran por encima de todo es el precio, no la seguridad), máxime en el caso de que se desencadenase una catástrofe, que desde luego nadie quiere, pero que si se produjese cambiaría por completo la cualidad de este juego, obligando con toda probabilidad a un replanteamiento de los mínimos a nivel internacional (el único ámbito donde es posible hacerlo) si bien para ello habría que establecer y demostrar claramente que ha existido una relación causa-efecto, algo bastante complicado. Pero mientras esta discontinuidad en el juego no suceda, considero que el juego va a continuar como he modelizado.

Es evidente que Fomento, a su pesar, no puede intervenir en las normas de seguridad que son de ámbito internacional, como tampoco puede intervenir en la retirada de la licencia a Ryanair, algo que compete exclusivamente al gobierno irlandés. Sin embargo, lejos de considerar que Fomento no tiene margen de maniobra para gestionar este conflicto, puede elegir entre dos opciones (o una combinación de ambas), a saber: una consiste en interpretar restrictivamente las normas de seguridad y tratar en consecuencia de aplicar las sanciones correspondientes, endureciéndolas si cabe, donde sí tiene competencia, además de continuar con la batalla dialéctica en los medios. La otra es hacer concesiones por vía de subvenciones directas o por vía de terceros (léase incrementos de las subvenciones autonómicas) para estimular (o compensar, según se mire) a la compañía aérea para que eleve sus criterios de seguridad suficientemente o ligeramente por encima de los mínimos legales (entre ellos sin duda los mínimos de combustible) y así salvar el conflicto de manera negociada para evitar una guerra de declaraciones y de sanciones que no beneficia ni a Ryanair ni a Fomento. Pero, tal como se encuentra el juego en este momento, Fomento necesita “salvar la cara” evitando nuevos incidentes... si para ello necesita llegar a algún tipo de acuerdo “bajo cuerda” con Ryanair (mejor sin arbitraje de por medio), sería del género estúpido que Ryanair no aprovechase este momento de mutua debilidad y cediese un poco (el Gobierno necesita un gesto de firmeza ante la opinión pública y la compañía aérea necesita enviar un mensaje a los usuarios de que se toma en serio la seguridad).

No obstante, el problema de fondo, estructural, es que el sector aéreo tiene un amplio margen de discrecionalidad desde la desregulación de 1997, una discrecionalidad ante la cual Fomento (y menos aún los usuarios) no tiene instrumentos de contrapeso contundentes y está, literalmente, pillada por normas internacionales ante las que no puede influir más que muy indirectamente y de tarde en tarde, amén de los intereses cruzados y en ocasiones contradictorios entre las distintas administraciones (local, autonómica y central), una telaraña de intereses contrapuestos evidenciado por la paradoja de que la compañía que más sanciones (en número absoluto) recibe de Fomento es la que más subvenciones percibe de las distintas administraciones locales y autonómicas que están encantadas con que Ryanair tenga a bien considerarlas entre sus destinos para atraer tráfico de turistas. En síntesis: quien decide las sanciones a Ryanair (Ministerio de Fomento, Gobierno de España) no decide la concesión de subvenciones (Ayuntamientos y Gobiernos autónomos).

Obviamente los estrategas de Ryanair, que no son tontos, conocen esta contradicción, una “renta de posición” que sin duda explotan al máximo, algo que sin duda complica el alcance y profundidad de las opciones de Fomento en su pulso con Ryanair, de tal modo que la compañía, si juega inteligentemente el juego, siempre va a tener, en última instancia, “la sartén por el mango” en este juego, pues ante cualquier pérdida potencial en este juego siempre puede “cambiar de juego” (el que juega con Fomento) y trasladar dicha pérdida al juego que mantiene con las administraciones local y autonómica (por ejemplo, consiguiendo más subvenciones u otras ventajas para paliar las pérdidas potenciales que le pudiera ocasionar la firmeza de Fomento), amén de provocar si quisiera (al modo maquiavélico) un conflicto de intereses entre Fomento (más preocupado por la seguridad, aparentemente) y la administración local/autonómica (más preocupada por la llegada de turistas y la generación de PIB asociado, aparentemente), un “cambio de juego” al que por cierto no tiene opción Fomento sin enfrentarse a la administración local/autonómica (por ejemplo, ¿por qué no vincular las subvenciones a las compañías aéreas en proporcionalidad inversa al número de sanciones?), un “cambio de juego” que no deberían desestimar los jugadores y al que preveo que vamos a llegar más pronto que tarde a causa del desgaste que para ambas partes supone el actual juego. Al tiempo. En fin, the game must go on, Mr. Michael O'Leary & Ms. Ana Pastor.

Para saber más: Fomento reclama a la UE poder para sancionar a aerolíneas extranjeras

Ryanair denuncia la 'campaña inaceptable' de Fomento 'para dañar su buen nombre'

Fomento anuncia que endurecerá las sanciones tras los incidentes de Ryanair

Tres aviones de Ryanair aterrizan de emergencia en Valencia por falta de fuel

Ryanair en Wikipedia

Juego del Gallina en Wikipedia

29 de marzo de 2009

Gallinas en Wall Street: riesgo sistémico vs. riesgo moral

AIGHace unos días leía en el diario El Mundo este excelente artículo de Pablo Pardo, titulado “El rescate que reventó las reglas del juego” que por su interés y reflexión posterior me permito transcribir:

Saqueo. Suena más al título de una película que a un paper académico publicado por la Oficina Nacional de Investigación Económica (el NERB, según sus siglas en ingles) y escrito por un Premio Nobel, George Akerlof, y un eterno aspirante a ese galardón, Paul Romer.

Sin embargo, Saqueo se ha convertido en uno de los documentos de referencia en el debate sobre la economía de Estados Unidos. Su tesis es simple: en determinadas circunstancias, «las empresas pueden optar por ir a la quiebra a cambio de maximizar sus beneficios». Una de las condiciones para que se de eso es que alguien -normalmente, el Estado- cubra el coste de la quiebra.

Según algunos, eso es lo que está pasando en Estados Unidos desde hace justo un año. El 17 de marzo de 2007, la Reserva Federal asumía 29.000 millones de dólares (18.500 millones de euros en aquel momento) de activos del banco de inversión Bear Steanrs a cambio de que JP Morgan lo comprara por un precio inferior al del edificio en el que estaba la sede de la entidad en Nueva York.

Bear Stearns, el quinto mayor banco de inversion de EEUU, se convertía así en la primera gran víctima de las llamadas subprime, es decir, las hipotecas basura. Y el Estado de Estados Unidos iniciaba una trayectoria de salvamento de entidades en problemas.

El problema es que esa práctica conlleva lo que se llama riesgo moral. ¿Cómo se hace para salvar a una empresa cuyo colapso puede arrastrar a toda la economía mundial sin al mismo tiempo estar salvando prácticas empresariales poco escrupulosas o, a veces, suicidas? Además, la intervención ni siquiera salvó a los empleados de Bear Stearns. De hecho, sólo un tercio de los 15.000 trabajadores de la entidad financiera ha encontrado sitio en JP Morgan.

Un año después del rescate, el debate ha alcanzado tintes ostentóreos. Precisamente, ayer, el presidente estadounidense, Barack Obama, pidió al secretario del Tesoro, Tim Geithner, que bloquee el pago del último tramo del bonus de la aseguradora AIG.

Esta empresa recibió un total de 131.500 millones de euros de dinero público, pero decidió entregar a su equipo de directivos un total de 928 millones de euros de bonus. De ellos, 349 millones irán para la división de productos financieros, que es, precisamente, donde se originó la debacle.

Esa controversia tiene su origen en el rescate de Bear Stearns, hace un año. Como declaraba el domingo el ex secretario del Comité del Mercado Abierto -el organismo que fija los tipos de interés- de la Reserva Federal, Vincent Reinhart, la operación «puso al Gobierno en el juego de las intervenciones» en el salvamento de bancos.

Y es que es un juego en el que el Estado -y los contribuyentes- siempre pierden. Cuando el pasado mes de septiembre el Tesoro y la Reserva trataron de escapar del riesgo moral y dejaron quebrar a Lehman, el mundo estuvo a punto de un colapso financiero sin precedentes en la Historia.

El Estado puede jugar sin problemas contra pequeños actores como, por ejemplo, el financiero Bernard Madoff, al que se atribuye un fraude de hasta 50.000 millones de euros. El problema, sin embargo, es ir contra instituciones financieras cuyo balance es de billones de euros. En ese caso, «los bancos mantienen como rehén al conjunto de la economía», explica un alto cargo del Fondo Monetario Internacional (FMI) que prefiere no dar su nombre.
El Mundo-Pablo Pardo [17-03-2009].

«Demasiado grande para dejarlas caer»

Pocos días después, el presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke advertía: “Debemos terminar con el «demasiado grande para dejarlas caer». Tenemos este régimen para instituciones aseguradoras de depósitos, pero es claro que necesitamos algo similar para importantes entidades sistémicas no bancarias. Estados Unidos necesita una forma más segura de cerrar grandes firmas financieras no bancarias sin desestabilizar todo el sistema. Los procesos mejorados de resolución para estas firmas contribuirían a reducir el problema de que haya entidades consideradas «demasiado grandes para dejarlas caer», dando al gobierno la opción de eliminar de forma segura una firma importante para el sistema en lugar de mantenerla operativa”.

Por esas mismas fechas la todopoderosa firma aseguradora AIG [«demasiado grande para dejarla caer» en la terminología de Bernanke] filtraba a la prensa un informe confidencial diciendo en pocas palabras que efectivamente, ellos, AIG, estaban en el epicentro de un riesgo sistémico, es decir, que si se le dejaba caer sonarían las trompetas del Apocalipsis para el sistema, poco más o menos venían a decir aunque en un lenguaje más técnico.

Riesgo sistémico y riesgo moral

Podríamos definir un riesgo sistémico como “una inestabilidad potencialmente catastrófica para el sistema financiero” [Tom Daula], siendo dicha inestabilidad consecuencia, por ejemplo, de un efecto dominó [retroalimentación positiva] originado, por ejemplo, por la falta de liquidez de una gran entidad financiera.

Fue el Premio Nobel en Economía [1972], el genial matemático Kenneth Arrow quien, en 1963, formalizó dos conceptos muy útiles para lo que vamos a tratar: riesgo moral y selección adversa. Ambos están relacionados con un concepto más amplio que trataré en otra ocasión: “la información asimétrica”. Por un lado podríamos definir un riesgo moral como “el riesgo de actuar de una manera insensata, porque, a final de cuentas, hagas lo que hagas, no vas a tener que pagar las consecuencias” [Tom Burns]. Por otra parte, existe selección adversa [o negativa] “cuando los peores son los únicos que se ofrecen para participar en un mercado” [Belén Barreiro].

Así, nos encontramos por una parte ante un claro riesgo sistémico [AIG es demasiado grande para dejarla caer] mientras que por el otro lado, los gestores de AIG podrían estar cayendo en un riesgo moral [el asunto del bonus ejemplifica el nudo del conflicto con la Administración Obama] y la sospecha de que están inmersos en una selección adversa. Estamos claramente ante un conflicto y un juego estratégico subyacente que puede modelizarse con los métodos de la Teoría de Juegos.

¿De qué va el “juego”?

En la Teoría de Juegos existe una estructura de juego donde puede encuadrarse este conflicto entre los gestores de AIG y la Administración Obama. Se trata del “Juego del Gallina”. El “Juego del Gallina” (en inglés: Game of Chicken) tiene una imagen cinematográfica en el desafío lanzado por el personaje interpretado por el malogrado James Dean en la película de Nicholas Ray “Rebelde sin causa”: un sábado avanzada la noche, dos jóvenes eufóricos se disponen a correr en sus coches en dirección a un barranco y cada uno apuesta que frenará después que el otro; si son prudentes frenarán a tiempo, pero si uno avisa que no frenará y su aviso es creíble, puede provocar el acobardamiento del otro y su frenazo temprano, de modo que el primero sale ganador del desafío. En otro contexto, el sabio Bertrand Russell comparó la carrera armamentística entre la extinta URSS y los EE.UU como un gran Juego del Gallina nuclear.

Este juego, al contrario que el juego del Dilema del Prisionero que comentamos en otro post, uno siempre debe hacer lo contrario de lo que el otro jugador vaya a hacer. Y, al contrario también que en el Dilema del Prisionero, en el Juego del Gallina existe más de un equilibrio de Nash, lo que significa que este juego es inestable, ya que una vez alcanzado un equilibrio cada jugador tiene la tentación de alterar su estrategia [seguramente anunciada previamente] y moverse hacia una posición en la que obtenga un mejor resultado en función del movimiento del contrario. Esta propiedad hace que este juego que sea muy dinámico e interesante su estudio en el contexto de una negociación.

En este caso, cada jugador [AIG, Administración Obama] puede salir beneficiado si informa previamente de su estrategia, no obstante esto no significa gran cosa: es un mensaje dirigido a la parte contraria para alterar su percepción. Es el caso del mensaje de Ben Bernanke dirigido claramente a la dirección de AIG, como también es el caso del mensaje de AIG [el informe presuntamente confidencial filtrado a la prensa con una intencionalidad manifiesta].

Doble juego

Una manera de representar el juego entre AIG y la Administración Obama sería la siguiente:

Juego AIG y Administración Obama
Existe claramente una posición a la que, probablemente, ninguna de las partes quiere llegar [no ceder, no ceder]. Esta posición equivale al precipicio, el barranco de la película comentada. Esta es la posición de máximo riesgo, de riesgo sistémico. Implicaría dejar caer AIG, con el consiguiente efecto dominó en el sistema. Pero por otro lado a la Administración Obama sí que le importa que la dirección de AIG se atenga a un criterio de racionalidad y austeridad y en consecuencia se evite el riesgo moral de pagar con dinero público, de los contribuyentes, unos bonus que en puridad no tiene justificación moral y escasa defensa política. Sin embargo, la dirección de AIG puede atribuir en su favor que esos bonus no tienen una raíz moral sino legal: están por contrato.

Es claro que la dirección de AIG explotará al máximo la situación de rehén en la que se encuentra la Administración Obama [las declaraciones de Ben Bernanke son más un lamento que una decisión], y como en la película comentada se acercará al máximo al precipicio esperando que el peligro de riesgo sistémico disuada a la Administración Obama de no hacer otra cosa que lamentarse de la falta de sensibilidad de los directivos de AIG.

Es ahí donde la Administración Obama tiene las de perder, de ahí su doble juego: juega a no ceder [particularmente ante la opinión pública] pero podría avenirse a un acuerdo si AIG cede de motu propio, si voluntariamente rechazan el cobro del bonus. En este punto la dirección de AIG tiene la estrategia más clara: sabiendo, sobradamente, que la Administración Obama no va a hacer del asunto de los bonus un casus belli que podría desencadenar un riesgo sistémico, letal para ambas partes, insistirá en la legalidad del cobro y en consecuencia no tiene ningún incentivo para moverse de su posición, a excepción de que alguna presión, aviso o amenaza creíble por parte de la Administración Obama hiciera mella en la estrategia de la dirección de AIG.

¿Epílogo?

Tal una vez una estrategia fundamentada en la evitación de la selección adversa, algo así como: “no os vamos a dejar caer [por el riesgo sistémico], pero os podemos nacionalizar [para evitar el riesgo moral]” podría ser realmente efectiva, pero no veo a la Administración Obama con redaños suficientes para este tipo de declaraciones socializantes [hasta la fecha parecen tener bastante con socializar las pérdidas pero lo de socializar la gestión va a ser que no está en la agenda].

Por tanto, alejado el riesgo sistémico, el riesgo moral persiste [y no solo en el caso de AIG], mientras los contribuyentes norteamericanos se quedan con un palmo en las narices con la sensación de estar ayudando a que un equipo de burócratas engrosen sus cuentas corrientes por el único mérito de evitar un riesgo sistémico.


Para saber más: El rescate que reventó las reglas del juego [El Mundo-Pablo Pardo]

Ben Bernanke: Debemos terminar con el “demasiado grande para caer”

AIG teme un colapso “catastrófico” superior al de Lehman Brothers

Informe confidencial de AIG sobre riesgo sistémico [inglés]

Kenneth Arrow en Wikipedia

Riesgo sistémico en Wikipedia

Riesgo moral en Wikipedia

Selección adversa en Wikipedia

La selección adversa en los partidos [El País-Belén Barreiro]

Juego del Gallina en Wikipedia