10 de agosto de 2016

De investiduras, precipicios, rebeldes y gallinas

Vaya por delante que pienso que Rajoy (PP) y Sánchez (PSOE) son mayorcitos y saben perfectamente de qué va el juego que están practicando.

Desde la Teoría de Juegos, pienso que la mejor aproximación es el “juego de la gallina”, ya saben, “Rebelde sin causa” de Nicholas Ray con James Dean de protagonista: un precipicio, dos vehículos, dos pilotos... pierde el que frena antes, etc.

Aquí, el precipicio es obvio: las terceras elecciones, esas que nos dicen todos que sería lo peor de lo peor. Admitamos pulpo, de momento.

¿Y los otros jugadores?. Desde mi punto de vista, Ciudadanos, Unidos Podemos y otros son irrelevantes en este juego, porque solos o en compañía de otras combinaciones posibles, son aritméticamente irrelevantes. Eso sí, puntualmente estos partidos pueden utilizarse por los verdaderos jugadores para trasladarse mutuamente presión política y/o mensajes más o menos subliminales. Más adelante podrían cambiar su rol, pero en lo que concierne a este juego concreto de la investidura, el protagonismo está centrado en sólo estos dos jugadores: Rajoy (PP) con un objetivo claro de permanecer en el poder evitando otras elecciones; y Sánchez (PSOE), con un objetivo también claro de liderar el PSOE y la oposición al gobierno previa renuncia de Rajoy tras su probable fracaso en la investidura, una renuncia que Sánchez necesita como aval para aspirar a ambos liderazgos.

Rajoy sabe que si aguanta la presión del No de Sánchez y logra posicionar mediáticamente que la intransigencia del PSOE sea el culpable del fracaso colectivo por no evitar las terceras elecciones echándonos todos como país por el precipicio, y aquí muchos tertulianos se identifican con el gobierno en funciones sin interpretar perspicazmente el secular tacticismo del PSOE, dando alas así a una lectura emocional, de que la causa del bloqueo institucional que tenemos desde hace meses se debe a un desencuentro personal entre Rajoy y Sánchez, o una lectura conspiranóica: “Sánchez lo que quiere desde el principio es ser presidente con la ayuda de Podemos”, sin darse cuenta que Sánchez (PSOE) cuenta con el respaldo orgánico del partido, y tampoco quiere sentirse rehén del abrazo del oso que supondría su presunto pacto con Iglesias (Unidos Podemos) con un fracaso anunciado que daría con sus huesos en la dimisión como secretario general si acaso se le ocurriera presentarse una segunda vez como candidato y fracasar de nuevo en apenas seis meses con una nueva pareja de baile.

Por tanto, si la presión del PP triunfa, podría quebrar la posición del PSOE ante el riesgo del precipicio y en consecuencia que el PSOE frene antes y se abstenga, aunque esa decisión acarrease muy probablemente la dimisión de Sánchez como secretario general, convertido ya en el gallina de este juego, en el jugador quemado que no aguantó la presión política y mediática. Pero, además, dicha presión pro-abstención, si triunfa, crearía un problema de vacío de liderazgo en el PSOE amén de la obligación de construir un nuevo relato radicalmente diferente al “no es no” para justificar el cambio pro-abstención, un nuevo relato que sin duda tendrá un elevado coste político además de generar una grave fractura interna entre los partidarios del no y de la abstención: tres problemas complejos a los que se uniría un cuarto: dejar en manos de Unidos Podemos la oposición real al gobierno, por más que la oposición formal recayese en el PSOE, una posibilidad que desde el punto de vista bi-partidista, objetivamente no le conviene al PP, que antes prefiriría una oposición hegemónica representada por el PSOE que darle alas a una presunta unidad de la izquierda.

Mientras que, del otro lado, Sánchez sabe que si hace creíble su posición orgánica como partido (y la existencia de “versos sueltos” del PSOE diciendo cosas distintas, contrariamente a lo que se piensa, ayuda a hacerla más creíble) entonces podría quebrar... pero, ¿quebrar qué?... obviamente a Rajoy como candidato a la presidencia.

Si observamos atentamente y no como hacen los tertulianos, el “No es No” de Sánchez, en realidad es un No dirigido a Rajoy, no al PP, aunque formalmente se interprete contra el todo.

Es decir, nada muy diferente a lo que nos tiene acostumbrados el PSOE desde los tiempos del condicional “OTAN, de entrada no”, el calculado tacticismo del PSOE viene a significar que su posición es reversible a la abstención si el PP nombrarse a otro candidato. Ese “triunfo” (la cabeza de Rajoy) sería el relato que necesitaría Sánchez para, además de garantizar su reelección como secretario general del PSOE, vender internamente la abstención y cambiar su posición ante la investidura de otro candidato del PP.

Claro que, lógicamente y para que no parezca un chantaje o un modo impropio de inmiscuirse en las decisiones internas de otro partido, el PSOE (en este caso sin ya la ayuda mediática de PRISA, más posicionada alentando a los “versos sueltos”) necesita que el PP llegue a esa conclusión por sí mismo y consecuentemente sea el PP, orgánicamente o por vía presidencial, quien viendo la determinación del PSOE y antes de asomarse al precipicio de unas terceras elecciones, frene antes y dimita o haga dimitir a Rajoy y nombre a otro candidato para conseguir la abstención del PSOE, una dimisión que eso sí, podría hacerse con todos los honores para evitar aparecer como el gallina que no aguantó la presión y aparecer en cambio como el que nos salvó del precipicio de unas terceras elecciones.

Suceda lo que suceda, lo que sí me parece muy probable es que el final de este juego tiene pinta de saldarse con la dimisión de uno de los dos, de Rajoy o de Sánchez... pues este tipo de juegos, por su maximalismo, terminan por quemar política y personalmente a quien frena a destiempo, porque quedará visualizado como el gallina que tira la toalla, y encumbrado a quien logra salirse con la suya apoyado en su capacidad para resistir el estrés, mucho oportunismo táctico disfrazado de aparente intransigencia y, sobretodo, conciencia del miedo ajeno al precipicio... un precipicio de unas terceras elecciones que dicen que nadie quiere pero en realidad son el incentivo perverso para lograr el objetivo del que logre frenar el último...

Por último: ¿quién será el James Dean de esta historia?: mi pronóstico: el más joven de los dos, esto es, el que tenga menos que perder (o más que ganar) en términos de vida política futura.

Adenda Técnica

Para realizar la modelización se procede a ordenar las preferencias (de mayor a menor) de cada jugador a tenor de la información que se desprende o se infiere de acuerdo a la reflexión anterior y asignándole valores relativos [1]. Por el lado del PP, la ordenación podría ser la siguiente: la primera preferencia del PP es conseguir que, presentando a Rajoy como candidato, el PSOE opte por la abstención [2]. En segundo lugar y como “mal menor”, que, presentando a un candidato distinto a Rajoy, el PSOE optara por la abstención [3]. En tercer lugar, que presentando al candidato Rajoy el PSOE optara por el No (posición actual) y, por último, que, aún presentando otro candidato, el PSOE diera igualmente su No. Las dos últimas preferencias (sin presentación de candidato alternativo) son lógicamente las más temidas por ambos jugadores dado que significaría ir directamente al precipicio (terceras elecciones).

Por el lado del PSOE, la ordenación de preferencias sería en primer lugar anteponer su reiterado No al candidato Rajoy (posición actual). En segundo lugar, ofrecer una abstención a modo de voto de confianza a otro candidato del PP distinto a Rajoy. En tercer lugar, estaría la posibilidad de votar No a otro candidato del PP distinto a Rajoy (esto es poco probable, pero podría suceder en el supuesto el candidato propuesto no fuera del agrado del PSOE). Por último, obviamente, el improbable supuesto de que cambiaran las tornas y sorpresivamente el PSOE instara a un cambio hacia la abstención del candidato Rajoy. Y, al igual que en el caso anterior, las dos últimas preferencias (sin presentación de candidato alternativo) son las nefastas para ambos jugadores, por mucho que ambos dos se echaran mutuamente la culpa/responsabilidad por esa posibilidad.

Así pues, de acuerdo con lo que podrían ser las ordenaciones de las preferencias se puede formular el siguiente esquema:


Mientras que de acuerdo a las anteriores preferencias, la interacción entre los dos jugadores se refleja en la siguiente matriz:


Se puede observar que la situación actual es inestable (primera fila, juego de suma cero para ambos jugadores). Es decir, lo que significa un éxito para uno (PP o PSOE) es un fracaso para el otro (PSOE o PP) y viceversa, algo que se ejemplifica con las presiones para que el PSOE cambie de su posición actual (votar No a Rajoy) hacia la abstención (flecha azul) y la correspondiente intransigencia del PSOE a moverse de su No es no. No obstante, intuyo, esa presión actual en dirección al PSOE, se cambiará en dirección al PP una vez fracase probablemente la investidura de Rajoy, en el sentido de que el PSOE entonces presionará al PP para que presente un candidato alternativo [4] (flecha roja). Se observará que esa opción arroja un saldo no cero sobre el que construir un equilibrio en el juego, si bien es muy probable que esa situación la valore el PP como cierta pérdida (pierde a Rajoy, pero mantiene la presidencia del gobierno con otro candidato), mientras que el PSOE la considere como un triunfo de su táctica (un logro interno para afianzar a Sánchez en la secretaría general y un logro externo para liderar la oposición y así neutralizar a Unidos Podemos).


[1] Los valores relativos son un método de estimar cuantitativamente las preferencias de acuerdo a la información disponible. En este caso se estiman valores entre -10 y +10 para las combinaciones de preferencias más probables y -100 para las más improbables (terceras elecciones).

[2] Se dejan fuera otras opciones como que el PSOE vote sí (al PP u otro) o que exista un candidato no presentado por el PP. Es decir, en el modelo no se considera probable, de acuerdo a la reflexión anterior, la presentación de un candidato del PSOE o un candidato independiente.

[3] Esta opción es el “tapado” del juego actual. Y lo es porque tanto el PP como el PSOE aunque por razones distintas no se atreven a formularla explícitamente (si bien algunos miembros del PSOE la han dejado caer). Mi sensación es que tras el previsible fracaso de la investidura de Rajoy, tanto PP como PSOE se avendrán a esta opción como “mal menor” para evitar la caída por el precipicio (terceras elecciones).

[4] De acuerdo al artículo 99.5 de la Constitución Española de 1978: “Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso...” es evidente que nada impide al partido que ha ganado las elecciones (PP) presente otro candidato, una vez Rajoy, probablemente y salvo sorpresas abstencionistas de última hora, fracase en su investidura. Mi sensación es que dicho candidato, actualmente “tapado” y posiblemente “pactado” en el núcleo duro del PP, será alguien alejado del ruido de la corrupción, es decir, alguien más cercano a las labores de gobierno que de partido y probablemente sea una mujer. Mi pronóstico: Soraya Sáenz de Santamaría.


Para saber más: Gallinas en Wall Street: riesgo sistémico vs. riesgo moral

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