Me escribe un amigo lector recién aficionado a las quinielas: “Por fin he comprendido en carne propia el concepto de Cisne Negro cuando en la última jornada de fútbol y contra todo pronóstico perdió el Barça frente a la Real Sociedad. No te imaginas la cantidad de quinielas que rompió ese resultado. En adelante tendré más presente este fenómeno. Por cierto, ¿crees en la suerte?.”.
Se refería mi amigo lector al resultado del partido de fútbol del pasado sábado 18 de Enero de 2013, entre la Real Sociedad y el Barcelona en Anoeta, con el resultado de 3-2, un resultado ciertamente contra pronóstico, máxime cuando el Barça iba ganando 0-2 durante casi toda la primera parte y no había perdido un partido en toda la presente liga de fútbol.
Pues sí, le respondí, la “suerte” existe, sobretodo para los que tuvieron la ¿osadía?, ¿intuición?, ¿precaución? de poner un “1” (o un doble “1X” o “12” o un triple) en la casilla correspondiente de la quiniela... y acertar todas los demás partidos, claro. El hecho de que el Barça no hubiera perdido hasta entonces ningún partido le añadió más mordiente al resultado, pero, claro, igualmente alguna vez tendría que ocurrir que se quebrara esa trayectoria, ¿no?. Ahora bien, desde un punto de vista sistémico este tipo de “suerte” (que podría calificarse de “cisne negro positivo” en contraposición a la más extendida consideración del “cisne negro” como algo negativo) es un tanto peculiar al estar en juego varios elementos que creo que mi amigo y otros quinielistas aficionados deberían considerar al elaborar sus pronósticos.
La “suerte” de acertar en este tipo de apuestas debe enmarcarse en un contexto donde no sólo se acierten los pronósticos sino también se tenga la “suerte” de ser el único o de los pocos que aciertan, pues, como sucede en otras apuestas (menos en la lotería), los premios se reparten entre los acertantes. Así, los quinielistas que aciertan el pleno de sus pronósticos, se exponen a una competencia por los premios con otros quinielistas. Este aspecto aún siendo trivial considero que es importante tenerlo en cuenta porque de él creo que se extrae una lección estratégica en el momento de elaborar el pronóstico particular.
El “cisne negro” por definición no puede anticiparse. Puede ocurrir o no, pero por ser un “fenómeno raro” se le asigna una probabilidad muy baja, de ahí que raramente sea considerado en los pronósticos aunque se sabe que tiene un impacto definitivo si finalmente sucede, como ocurrió en ese partido. Y aquí entramos en el terreno estratégico, es decir, el pensamiento sistémico aplicado al comportamiento social donde intervienen otros decisores, porque si la mayoría de quinielistas no tiene en cuenta este fenómeno del “cisne negro” (a fin de optimizar sus apuestas) se pueden encontrar que, efectivamente si no ocurre nada sorpresivo (algo que ocurrirá la mayoría de ocasiones) acierten muchos quinielistas haciendo un pronóstico previsible... pero como cabe esperar el mismo comportamiento en una inmensa mayoría, el premio obtenido tal vez no compense la “suerte” de acertar, y viceversa, si aparece un “cisne negro” sólo acierten los que hayan previsto esa eventualidad pronosticando contra-intuitivamente (yendo contra corriente en los pronósticos), y entonces sí, tal vez compense la “suerte” de acertar.
Así pues y desde un punto de vista sistémico y si queremos incorporar el “cisne negro” en este tipo de apuestas, conviene “elevar la mirada” y considerar el comportamiento global del universo de quinielistas partiendo de la observación de esta conducta colectiva al pronosticar las quinielas, o en palabras más técnicas: el sesgo de la sobreponderación del pronóstico dependiente de la trayectoria. Porque, obviamente (razona el pronosticador), “si el Barça no ha perdido ninguno de sus partidos ¿por qué iba a perder este?” . O, también, “si el equipo X se encuentra en una racha de victorias ¿por qué no iba a pronosticar una victoria más?”.
Al cerebro humano le encanta la simplificación. De ahí que cuando identificamos un patrón en una trayectoria, tal como “una racha” o “una superioridad aparente” nos cuesta desentendernos de estos sesgos. Y no hay nada tan efectivo para ocultar a los molestos “cisnes negros” que el “prolongar la tendencia” a partir de la muestra observada, sea en las quinielas o en la bolsa de valores, como si la ergodicidad (que la muestra represente todo el conjunto de propiedades) estuviera garantizada, pues cuando estamos ante conjuntos no-ergódicos (p.ej. donde la muestra de un “equipo en racha” no representa el comportamiento esperado sino tan sólo el balance de resultados a partir de su más reciente serie histórica de confrontación con equipos no necesariamente homogéneos) no se pueden utilizar de característica para inferir el probable resultado acerca del equipo observado, máxime si no se tiene en consideración que un partido de fútbol es una confrontación multifactorial, dónde no sólo se enfrentan dos trayectorias estadísticas sino también dos estrategias (puede que la estrategia de uno de los equipos sea la de no perder, ir al empate a toda costa), dos situaciones (el estado físico y anímico de sus jugadores, la necesidad de alejarse los últimos puestos de la tabla de clasificación o el exceso de confianza de ser líder a mucha distancia del segundo), dos aficiones (los célebres derbys, la presión arbitral), dos fluctuaciones estadísticas (cambios de entrenador, jugadores lesionados, sobrecarga de partidos), amén de la meteorología, hora del partido, etc.
Este tal vez sea el error más común entre los pronosticadores deterministas, es decir, el no considerar el conjunto (grande, pero no infinito) de variables y sus relaciones que intervienen en una confrontación futbolística, una cantidad de variables y ecuaciones que por su complejidad llamamos azar (tal vez porque como diría Copérnico “no sabemos lo que no sabemos”), algo que en la práctica se convierte en un cierto reduccionismo, pronosticando en la mayoría de ocasiones en función uno o dos factores dando como resultado el sesgo anteriormente mencionado. Cierto es que se puede amortiguar el azar realizando una mayor apuesta (el célebre triple 1X2) pero esto tiene un efecto contraproducente por el sobrecoste.
Mi amigo se queda compungido al observar que no tengo ninguna receta mágica para resolver el problema del “cisne negro” en las quinielas y ciertamente si existiera una receta terminaría por ser inocua como ya anticipó el genial premio Nobel de Economía Robert Lucas cuando afirmó que si descubriéramos patrones predecibles del pasado para pronosticar el futuro, esto mismo los haría desaparecer pues las personas racionales actuarían en consecuencia y una vez detectado el patrón se cancelaría sólo, al dejar sin efecto la posible ventaja de conocer el patrón de conducta. Aplicando esta heurística de Lucas al mundo del fútbol significa que si descubrimos un patrón (p.ej. que un equipo siempre empata en su campo en los partidos disputados en día impar), ese patrón se acaba sabiendo (no habiendo asimetría en la información) y en consecuencia existen más pronosticadores que “aciertan” el resultado, arrojando un pobre premio como vimos antes. Así pues lo mejor será que no se descubra ningún modelo predictivo infalible porque si llega al conocimiento de los quinielistas los premios dejarán de ser atractivos... sigamos pues atribuyendo al azar los resultados... pero siendo conscientes de que no vamos a ser “engañados por el azar”.
Llegados a este punto del viaje le propongo a mi amigo una pequeña heurística de consolación para “domesticar el azar”, a saber: aprovechar los pronósticos de los pronosticadores más experimentados (con la esperanza de que sus pronósticos serán seguidos por muchos quinielistas) pero con la particularidad de realizar cambios contra-intuitivos en algunos pronósticos, particularmente en aquellos donde el pronosticador de más reputación haga su apuesta más agresiva (un resultado fijo), es decir, en aquellos partidos donde se puede intuir que el pronosticador ha caído en el sesgo anteriormente mencionado. De este modo mi amigo quinielista puede que no acierte en muchas ocasiones, pero puede que cuando acierte tenga la “suerte” de ser de los pocos que tenga el “cisne negro positivo” a su favor y en consecuencia una mayor “suerte” en la forma de un mayor premio como les ocurrió a los ganadores que apostaron contra-intuitivamente en el partido entre la Real Sociedad y el Barça.
Y para terminar, una reflexión a tener presente: “Recuerde que nadie acepta el azar en su propio éxito, sólo en su fracaso”. Nassim Nicholas Taleb
Para saber más: ¿Existe la suerte?. Engañados por el azar de Nassim Nicholas Taleb
Ergodicidad
La Fabulosa Historia de Los Pelayos
¿Buena suerte... mala suerte?... quién lo sabe? [cuento-reflexión]
Se refería mi amigo lector al resultado del partido de fútbol del pasado sábado 18 de Enero de 2013, entre la Real Sociedad y el Barcelona en Anoeta, con el resultado de 3-2, un resultado ciertamente contra pronóstico, máxime cuando el Barça iba ganando 0-2 durante casi toda la primera parte y no había perdido un partido en toda la presente liga de fútbol.
Pues sí, le respondí, la “suerte” existe, sobretodo para los que tuvieron la ¿osadía?, ¿intuición?, ¿precaución? de poner un “1” (o un doble “1X” o “12” o un triple) en la casilla correspondiente de la quiniela... y acertar todas los demás partidos, claro. El hecho de que el Barça no hubiera perdido hasta entonces ningún partido le añadió más mordiente al resultado, pero, claro, igualmente alguna vez tendría que ocurrir que se quebrara esa trayectoria, ¿no?. Ahora bien, desde un punto de vista sistémico este tipo de “suerte” (que podría calificarse de “cisne negro positivo” en contraposición a la más extendida consideración del “cisne negro” como algo negativo) es un tanto peculiar al estar en juego varios elementos que creo que mi amigo y otros quinielistas aficionados deberían considerar al elaborar sus pronósticos.
La “suerte” de acertar en este tipo de apuestas debe enmarcarse en un contexto donde no sólo se acierten los pronósticos sino también se tenga la “suerte” de ser el único o de los pocos que aciertan, pues, como sucede en otras apuestas (menos en la lotería), los premios se reparten entre los acertantes. Así, los quinielistas que aciertan el pleno de sus pronósticos, se exponen a una competencia por los premios con otros quinielistas. Este aspecto aún siendo trivial considero que es importante tenerlo en cuenta porque de él creo que se extrae una lección estratégica en el momento de elaborar el pronóstico particular.
El “cisne negro” por definición no puede anticiparse. Puede ocurrir o no, pero por ser un “fenómeno raro” se le asigna una probabilidad muy baja, de ahí que raramente sea considerado en los pronósticos aunque se sabe que tiene un impacto definitivo si finalmente sucede, como ocurrió en ese partido. Y aquí entramos en el terreno estratégico, es decir, el pensamiento sistémico aplicado al comportamiento social donde intervienen otros decisores, porque si la mayoría de quinielistas no tiene en cuenta este fenómeno del “cisne negro” (a fin de optimizar sus apuestas) se pueden encontrar que, efectivamente si no ocurre nada sorpresivo (algo que ocurrirá la mayoría de ocasiones) acierten muchos quinielistas haciendo un pronóstico previsible... pero como cabe esperar el mismo comportamiento en una inmensa mayoría, el premio obtenido tal vez no compense la “suerte” de acertar, y viceversa, si aparece un “cisne negro” sólo acierten los que hayan previsto esa eventualidad pronosticando contra-intuitivamente (yendo contra corriente en los pronósticos), y entonces sí, tal vez compense la “suerte” de acertar.
Así pues y desde un punto de vista sistémico y si queremos incorporar el “cisne negro” en este tipo de apuestas, conviene “elevar la mirada” y considerar el comportamiento global del universo de quinielistas partiendo de la observación de esta conducta colectiva al pronosticar las quinielas, o en palabras más técnicas: el sesgo de la sobreponderación del pronóstico dependiente de la trayectoria. Porque, obviamente (razona el pronosticador), “si el Barça no ha perdido ninguno de sus partidos ¿por qué iba a perder este?” . O, también, “si el equipo X se encuentra en una racha de victorias ¿por qué no iba a pronosticar una victoria más?”.
Al cerebro humano le encanta la simplificación. De ahí que cuando identificamos un patrón en una trayectoria, tal como “una racha” o “una superioridad aparente” nos cuesta desentendernos de estos sesgos. Y no hay nada tan efectivo para ocultar a los molestos “cisnes negros” que el “prolongar la tendencia” a partir de la muestra observada, sea en las quinielas o en la bolsa de valores, como si la ergodicidad (que la muestra represente todo el conjunto de propiedades) estuviera garantizada, pues cuando estamos ante conjuntos no-ergódicos (p.ej. donde la muestra de un “equipo en racha” no representa el comportamiento esperado sino tan sólo el balance de resultados a partir de su más reciente serie histórica de confrontación con equipos no necesariamente homogéneos) no se pueden utilizar de característica para inferir el probable resultado acerca del equipo observado, máxime si no se tiene en consideración que un partido de fútbol es una confrontación multifactorial, dónde no sólo se enfrentan dos trayectorias estadísticas sino también dos estrategias (puede que la estrategia de uno de los equipos sea la de no perder, ir al empate a toda costa), dos situaciones (el estado físico y anímico de sus jugadores, la necesidad de alejarse los últimos puestos de la tabla de clasificación o el exceso de confianza de ser líder a mucha distancia del segundo), dos aficiones (los célebres derbys, la presión arbitral), dos fluctuaciones estadísticas (cambios de entrenador, jugadores lesionados, sobrecarga de partidos), amén de la meteorología, hora del partido, etc.
Este tal vez sea el error más común entre los pronosticadores deterministas, es decir, el no considerar el conjunto (grande, pero no infinito) de variables y sus relaciones que intervienen en una confrontación futbolística, una cantidad de variables y ecuaciones que por su complejidad llamamos azar (tal vez porque como diría Copérnico “no sabemos lo que no sabemos”), algo que en la práctica se convierte en un cierto reduccionismo, pronosticando en la mayoría de ocasiones en función uno o dos factores dando como resultado el sesgo anteriormente mencionado. Cierto es que se puede amortiguar el azar realizando una mayor apuesta (el célebre triple 1X2) pero esto tiene un efecto contraproducente por el sobrecoste.
Mi amigo se queda compungido al observar que no tengo ninguna receta mágica para resolver el problema del “cisne negro” en las quinielas y ciertamente si existiera una receta terminaría por ser inocua como ya anticipó el genial premio Nobel de Economía Robert Lucas cuando afirmó que si descubriéramos patrones predecibles del pasado para pronosticar el futuro, esto mismo los haría desaparecer pues las personas racionales actuarían en consecuencia y una vez detectado el patrón se cancelaría sólo, al dejar sin efecto la posible ventaja de conocer el patrón de conducta. Aplicando esta heurística de Lucas al mundo del fútbol significa que si descubrimos un patrón (p.ej. que un equipo siempre empata en su campo en los partidos disputados en día impar), ese patrón se acaba sabiendo (no habiendo asimetría en la información) y en consecuencia existen más pronosticadores que “aciertan” el resultado, arrojando un pobre premio como vimos antes. Así pues lo mejor será que no se descubra ningún modelo predictivo infalible porque si llega al conocimiento de los quinielistas los premios dejarán de ser atractivos... sigamos pues atribuyendo al azar los resultados... pero siendo conscientes de que no vamos a ser “engañados por el azar”.
Llegados a este punto del viaje le propongo a mi amigo una pequeña heurística de consolación para “domesticar el azar”, a saber: aprovechar los pronósticos de los pronosticadores más experimentados (con la esperanza de que sus pronósticos serán seguidos por muchos quinielistas) pero con la particularidad de realizar cambios contra-intuitivos en algunos pronósticos, particularmente en aquellos donde el pronosticador de más reputación haga su apuesta más agresiva (un resultado fijo), es decir, en aquellos partidos donde se puede intuir que el pronosticador ha caído en el sesgo anteriormente mencionado. De este modo mi amigo quinielista puede que no acierte en muchas ocasiones, pero puede que cuando acierte tenga la “suerte” de ser de los pocos que tenga el “cisne negro positivo” a su favor y en consecuencia una mayor “suerte” en la forma de un mayor premio como les ocurrió a los ganadores que apostaron contra-intuitivamente en el partido entre la Real Sociedad y el Barça.
Y para terminar, una reflexión a tener presente: “Recuerde que nadie acepta el azar en su propio éxito, sólo en su fracaso”. Nassim Nicholas Taleb
Para saber más: ¿Existe la suerte?. Engañados por el azar de Nassim Nicholas Taleb
Ergodicidad
La Fabulosa Historia de Los Pelayos
¿Buena suerte... mala suerte?... quién lo sabe? [cuento-reflexión]
6 comentarios:
Hablando de factores. Otro más a tener en cuenta: Fútbol amañado en todo el mundo parece que no afecta a España, pero conviene recordarlo.
Hechemos la suerte en qunigol y ganemos muchos premios!
No se si existe la suerte, pero por lo menos voy a tentarla jugando a loterias y apuestas
Si lo piensas en profundidad, no se si en esta vida todo es cuestión de suerte, o casi.
Y cuando hablo de la Suerte me refiero al Destino.
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