El Rey sufrió ayer la quinta avería en la flota de aviones oficiales en apenas seis meses, esta vez volviendo de Kuwait. El fallo se produjo en la transmisión que abre la válvula de entrada de combustible del motor izquierdo. El Gobierno de Kuwait ofreció al Monarca uno de sus aviones, pero finalmente no hizo falta porque los mecánicos españoles lograron reparar la avería en media hora, según Efe, a bordo del avión. La salida desde Kuwait se retrasó casi una hora, pero don Juan Carlos pudo llegar a tiempo para presidir en Valencia la final de la Copa del Rey.
El ministro de Defensa, Pedro Morenés, que acompañaba al Monarca en el vuelo de regreso desde Kuwait, aseguró que don Juan Carlos se tomó “con buen humor” el percance y que entendía que los aviones “de vez en cuando” dieran “algún problemilla”.
Las anteriores averías, de distinto origen, afectaron a dos aviones (un Airbus y un Falcon) y provocaron una cancelación (el vuelo del Príncipe a Brasil el pasado 24 de noviembre) y tres retrasos que afectaron a don Felipe, Rajoy y la Reina. Morenés encargó el pasado 25 de marzo —dos días después del fallo que retrasó el regreso de doña Sofía a España desde Guatemala— al jefe de Estado Mayor del Ejército del Aire que revise y refuerce los procedimientos de mantenimiento, tanto los que realiza Airbus (antes lo hacía Iberia), como los que hace el Ejército del Aire, así como un plan de renovación de la flota de transporte estratégico, aunque fuentes del Ministerio descartan la compra de nuevos aparatos exclusivamente para transporte de autoridades. No hay dinero y los dos A-310 en los que se desplaza el Gobierno y la familia real en sus viajes oficiales (adquiridos de segunda mano en 2003) están prácticamente a la mitad de su vida útil. Diario El País [16-04-2014]
Es un comportamiento habitual en el pensamiento convencional [asistémico] que cuando ocurre una avería en un sistema se busquen las causas del mal funcionamiento dentro de los límites del sistema[1], es decir, el viejo tópico de buscar culpables bajo el supuesto de que “alguien no ha hecho bien su trabajo”. Esta forma de proceder se basa en el enfoque analítico, el cual tiene por costumbre buscar el problema [y la solución] dentro del sistema, asumiendo la idea errónea [por insuficiente] de que el mal funcionamiento de una máquina compleja como este tipo de aviones se explica por “el estado interno de la máquina y el estado de su contorno”[2] una explicación demasiado restrictiva para la clase de máquinas complejas que, siguiendo al padre de la cibernética W. Ross Ashby, se debería asumir una definición más abarcadora como el de una “máquina con input”, es decir contemplando el sistema-avión como un todo en el que también se incluya el diseño y el trabajo-intensidad para el que fue concebido y el uso que se le ha dado en los últimos tiempos.
La lógica de este proceder, por lo demás ampliamente extendido en el mundo de la gestión de las organizaciones, tiende a justificar los sistemas como fines en sí mismos, sin considerar que un sistema existe para satisfacer los requerimientos de sistemas mayores en los cuales este mismo está incluido. Por ejemplo, en el caso que nos ocupa, al focalizar la atención en el “mantenimiento” [dentro de los límites del sistema-avión] redoblando si es menester los esfuerzos con un “doble mantenimiento” [síndrome del más de lo mismo], no se está considerando el sistema mayor para el que fue concebido este tipo de aviones, esto es, por ejemplo, el nivel de actividad para el que fueron diseñados [probablemente muy superior al que actualmente se les tiene confinados].
Este error de enfoque al insistir en el aspecto “mantenimiento” eclipsa la razón de la existencia del sistema-avión y para qué fue diseñado. Es como si, pongamos por caso, alguien tuviera un caballo pura sangre bien alimentado y cuidado [es decir, bien mantenido] pero sólo le paseara una vez al mes: probablemente tendría muchos más “achaques” que si lo paseara todos los días.
Este error de enfoque significa también que no se comprende bien cómo hacer un buen uso de sistemas complejos como los aviones. Por tanto, la causa de este mal funcionamiento en la flota de aviones del Grupo 45 de la Fuerza Aérea Española no puede atribuirse solamente a las razones encontradas dentro del sistema, como por ejemplo, un mantenimiento incorrecto o insuficiente. Debe diagnosticarse y corregirse el funcionamiento defectuoso mediante la adecuación del sistema-avión en relación con el sistema-total, que incluye no sólo el mantenimiento sino el nivel de actividad para el que fue diseñado.
Así, bajo el prisma del pensamiento convencional-asistémico el mal funcionamiento aparente del sistema-avión tiende a resolverse con reparaciones parciales o cambios de algunos de sus componentes. Sin embargo, desde la perspectiva del pensamiento sistémico, lo que corresponde es una revisión completa del sistema total, entendido por tal el sistema-avión, los requerimientos de uso para el que fue diseñado y los supuestos erróneos que sustentan la lógica del mantenimiento por el mantenimiento.
En conclusión, discrepo con el diagnóstico del ministro de Defensa: no es un problema de mantenimiento [pensamiento asistémico] sino de subactividad [pensamiento sistémico].
Así, desde un enfoque sistémico, se puede resolver el problema restaurando el equilibrio entre inactividad/actividad de este parque de aviones del gobierno de España. Los sistemas complejos, como los aviones de última generación, se diseñan para un nivel de actividad. Si desde su adquisición como aviones de 2ª mano han bajado su ritmo de actividad en los últimos tiempos ahí está la respuesta, pues es típico de los sistemas complejos requerir variaciones en la intensidad de su uso[3] siendo contraproducente tanto los periodos prolongados de reposo como los funcionamientos a un mismo régimen constante de actividad [esto lo saben bien los pilotos de fórmula 1 y los ingenieros de motores].
Si reducen su actividad, los sistemas complejos [desde máquinas a personas] se resienten en su rendimiento y aparecen los “achaques”, no tanto por envejecimiento [fatiga estructural] como por falta de suficiente actividad y variabilidad. Para restablecer el equilibrio dinámico del sistema se necesita restaurar cierto nivel de actividad: por ejemplo, vuelos previos antes de un viaje real, a semejanza de lo que haría el propietario de un caballo pura sangre antes de una carrera o también asignar los aviones del Grupo 45 a otras misiones civiles o militares en caso de que se reduzca la agenda de viajes de la Casa Real o de Presidencia. Por tanto, la solución sistémica es más actividad, no más mantenimiento. O como diría el cantautor argentino Andrés Calamaro: “mi corazón es un músculo sano pero necesita acción”.
[1] John P. van Gigch (1990), Teoría General de Sistemas, pág. 20 y 21
[2] Pedro Voltes Bou (1978), La Teoría General de Sistemas, pág. 26 y 27
[3] Nassim Nicholas Taleb (2013), Antifrágil, pág. 422 y 423
El ministro de Defensa, Pedro Morenés, que acompañaba al Monarca en el vuelo de regreso desde Kuwait, aseguró que don Juan Carlos se tomó “con buen humor” el percance y que entendía que los aviones “de vez en cuando” dieran “algún problemilla”.
Las anteriores averías, de distinto origen, afectaron a dos aviones (un Airbus y un Falcon) y provocaron una cancelación (el vuelo del Príncipe a Brasil el pasado 24 de noviembre) y tres retrasos que afectaron a don Felipe, Rajoy y la Reina. Morenés encargó el pasado 25 de marzo —dos días después del fallo que retrasó el regreso de doña Sofía a España desde Guatemala— al jefe de Estado Mayor del Ejército del Aire que revise y refuerce los procedimientos de mantenimiento, tanto los que realiza Airbus (antes lo hacía Iberia), como los que hace el Ejército del Aire, así como un plan de renovación de la flota de transporte estratégico, aunque fuentes del Ministerio descartan la compra de nuevos aparatos exclusivamente para transporte de autoridades. No hay dinero y los dos A-310 en los que se desplaza el Gobierno y la familia real en sus viajes oficiales (adquiridos de segunda mano en 2003) están prácticamente a la mitad de su vida útil. Diario El País [16-04-2014]
Es un comportamiento habitual en el pensamiento convencional [asistémico] que cuando ocurre una avería en un sistema se busquen las causas del mal funcionamiento dentro de los límites del sistema[1], es decir, el viejo tópico de buscar culpables bajo el supuesto de que “alguien no ha hecho bien su trabajo”. Esta forma de proceder se basa en el enfoque analítico, el cual tiene por costumbre buscar el problema [y la solución] dentro del sistema, asumiendo la idea errónea [por insuficiente] de que el mal funcionamiento de una máquina compleja como este tipo de aviones se explica por “el estado interno de la máquina y el estado de su contorno”[2] una explicación demasiado restrictiva para la clase de máquinas complejas que, siguiendo al padre de la cibernética W. Ross Ashby, se debería asumir una definición más abarcadora como el de una “máquina con input”, es decir contemplando el sistema-avión como un todo en el que también se incluya el diseño y el trabajo-intensidad para el que fue concebido y el uso que se le ha dado en los últimos tiempos.
La lógica de este proceder, por lo demás ampliamente extendido en el mundo de la gestión de las organizaciones, tiende a justificar los sistemas como fines en sí mismos, sin considerar que un sistema existe para satisfacer los requerimientos de sistemas mayores en los cuales este mismo está incluido. Por ejemplo, en el caso que nos ocupa, al focalizar la atención en el “mantenimiento” [dentro de los límites del sistema-avión] redoblando si es menester los esfuerzos con un “doble mantenimiento” [síndrome del más de lo mismo], no se está considerando el sistema mayor para el que fue concebido este tipo de aviones, esto es, por ejemplo, el nivel de actividad para el que fueron diseñados [probablemente muy superior al que actualmente se les tiene confinados].
Este error de enfoque al insistir en el aspecto “mantenimiento” eclipsa la razón de la existencia del sistema-avión y para qué fue diseñado. Es como si, pongamos por caso, alguien tuviera un caballo pura sangre bien alimentado y cuidado [es decir, bien mantenido] pero sólo le paseara una vez al mes: probablemente tendría muchos más “achaques” que si lo paseara todos los días.
Este error de enfoque significa también que no se comprende bien cómo hacer un buen uso de sistemas complejos como los aviones. Por tanto, la causa de este mal funcionamiento en la flota de aviones del Grupo 45 de la Fuerza Aérea Española no puede atribuirse solamente a las razones encontradas dentro del sistema, como por ejemplo, un mantenimiento incorrecto o insuficiente. Debe diagnosticarse y corregirse el funcionamiento defectuoso mediante la adecuación del sistema-avión en relación con el sistema-total, que incluye no sólo el mantenimiento sino el nivel de actividad para el que fue diseñado.
Así, bajo el prisma del pensamiento convencional-asistémico el mal funcionamiento aparente del sistema-avión tiende a resolverse con reparaciones parciales o cambios de algunos de sus componentes. Sin embargo, desde la perspectiva del pensamiento sistémico, lo que corresponde es una revisión completa del sistema total, entendido por tal el sistema-avión, los requerimientos de uso para el que fue diseñado y los supuestos erróneos que sustentan la lógica del mantenimiento por el mantenimiento.
En conclusión, discrepo con el diagnóstico del ministro de Defensa: no es un problema de mantenimiento [pensamiento asistémico] sino de subactividad [pensamiento sistémico].
Así, desde un enfoque sistémico, se puede resolver el problema restaurando el equilibrio entre inactividad/actividad de este parque de aviones del gobierno de España. Los sistemas complejos, como los aviones de última generación, se diseñan para un nivel de actividad. Si desde su adquisición como aviones de 2ª mano han bajado su ritmo de actividad en los últimos tiempos ahí está la respuesta, pues es típico de los sistemas complejos requerir variaciones en la intensidad de su uso[3] siendo contraproducente tanto los periodos prolongados de reposo como los funcionamientos a un mismo régimen constante de actividad [esto lo saben bien los pilotos de fórmula 1 y los ingenieros de motores].
Si reducen su actividad, los sistemas complejos [desde máquinas a personas] se resienten en su rendimiento y aparecen los “achaques”, no tanto por envejecimiento [fatiga estructural] como por falta de suficiente actividad y variabilidad. Para restablecer el equilibrio dinámico del sistema se necesita restaurar cierto nivel de actividad: por ejemplo, vuelos previos antes de un viaje real, a semejanza de lo que haría el propietario de un caballo pura sangre antes de una carrera o también asignar los aviones del Grupo 45 a otras misiones civiles o militares en caso de que se reduzca la agenda de viajes de la Casa Real o de Presidencia. Por tanto, la solución sistémica es más actividad, no más mantenimiento. O como diría el cantautor argentino Andrés Calamaro: “mi corazón es un músculo sano pero necesita acción”.
[1] John P. van Gigch (1990), Teoría General de Sistemas, pág. 20 y 21
[2] Pedro Voltes Bou (1978), La Teoría General de Sistemas, pág. 26 y 27
[3] Nassim Nicholas Taleb (2013), Antifrágil, pág. 422 y 423
3 comentarios:
Brillante.
Como usted mismo sugiere en el último párrafo, los humanos, sobre todo los que siguen pautas gregarias de conducta, adolecemos cada vez más de problemas con un origen similar al causante del fallo en la aeronave (la fatal alianza entre monotonía de uso y subactividad) que desde el enfoque terapéutico oficial (asistémico y sesgado por intereses mercantiles) reciben por erróneo tratamiento la medicación destinada a corregir alguno de sus componentes (sobremantenimiento). Si reducimos la complejidad del fenómeno a nuestros artefactos de uso cotidiano, como por ejemplo un ordenador de sobremesa, ocurre algo análogo: ¿quién no ha constatado el incremento de cuelgues y otros efectos nocivos cuando estos equipos vegetan durante largos periodos?
Un saludo.
Me ha gustado mucho el post, muchass gracias.
Es cierto que las organizaciones que aplican un enfoque sistémico encuentran más oportunidades de mejora, y no sólo de lo que ya funciona, sino nuevos caminos para la innovación y el crecimiento profesional de sus empleados. Y todo ello repercute positivamente en los resultados corporativos
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